Las moradas fantásticas I

Cuando se parte de viaje y llega la hora de alojarse, hay quien reclama ante todo la comodidad o el lujo, otros buscan el tipismo o lo pintoresco y unos terceros se decantan por lo auténtico o sencillamente por la solución más económica. Pero existe también un grupo de degustadores de lo insólito y de lo extravagante, complacidos por el hallazgo de lo raro y distinto. Son el tipo de gente que se pirraría por pasar la noche en algunos de los albergues que mencionamos a continuación.

Por ejemplo, en cabañas en la copa de altos árboles como puede hacerse en Vasteras, al norte de Estocolmo, en el “Hotel del pájaro espino” o en lujosas chozas de bambú a quince metros sobre una antigua plantación de café en la Wild Canopy Reserve de la India.
Los más inquietos, que ni tan siquiera en las horas de solaz quieran dejar de rodearse de iconos del viaje, encontraran la estancia perfecta en el Woodlyn Park de la neozelandesa Otorohanga. Allí puede dormirse en la carlinga de un avión de los años 50 o en los restaurados vagones de un tren expreso de la misma época. Esta última fórmula no es, sin embargo, tan inusual: un hermoso ferrocarril de la Northern Rail sirve ahora de hotel en Minnesota, mientras que en la vecindad del mítico campo de golf escocés de St.Andrews se ha varado un convoy en la propiedad llamada The Old Station. O todavía más evocador y romántico: los carruajes clásicos de las diligencias de pioneros del oeste que se prestan en el Rancho Sandy Valley en Nevada.

El contrapunto a esa sensación de libertad y dinamismo puede ponerlo el hospedaje en una cárcel. La posibilidad se ofrece en Mount Gambler, Australia, donde una prisión del siglo XIX, apenas alterada en su forma original y parte del patrimonio nacional, alberga viajeros, que no reclusos, aunque en las mismas instalaciones que hasta 1995 cumplían funciones penitenciarias.

Quizá, tras ese trago, lo que más apetezca sea la acogida en algún sitio de muros menos sólidos. Incluso destinados a desaparecer. Es lo que ocurre con los populares hoteles de hielo, cada vez más comunes en el ciclo polar ártico. El finés Snow hotel de Kemi cuenta con la ventaja de ser bastante accesible y de emplazarse en una impresionante fortaleza de hielo, aunque sólo abre en pleno invierno, para cerrar por causa de fuerza mayor hacia mediados de abril.

Son sólo un puñado de las muchas formas divertidas o descabelladas de hacer una pausa en el camino que están a nuestra disposición. No todas, porque continuaremos en entregas venideras.

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