Las cruces de los armenios

No se le puede negar al pueblo armenio que pese a su pequeño tamaño haya producido un gran número de singularidades: su tradición musical es única, su producción de manuscritos iluminados no tiene parangón en ningún otro lugar del mundo por su variedad, abundancia y carácter de orgullo patrio, gozan no sólo de una lengua, sino de un alfabeto que no comparten con nadie más y Armenia fue el primer estado que adoptó el cristianismo como religión oficial y ha conservado una iglesia autónoma de los armenios hasta nuestros días.

Sin embargo, su emplazamiento estratégico al sur del Cáucaso la convirtió en bisagra entre Oriente y Occidente y en pieza codiciada por todos sus vecinos, hecho que ha derivado en largos periodos de sometimiento y servidumbre a ocupantes extranjeros, en sangrientas luchas por la independencia, en diásporas y en un genocidio acontecido en 1915 en el que pudieron perecer hasta un millón de personas.

Esta existencia tan azarosa y a menudo privada de representación política ha contribuido a que las autoridades religiosas tengan un gran ascendente sobre el país y a que precisamente un símbolo religioso haya trascendido su primitiva función para convertirse en una suerte de receptáculo de la identidad armenia: las jachkars o cruces de piedra.

Las jachkars son piedras labradas con cruces y patrones abstractos y aunque su forma preferente sea la de hitos en lugares significativos se encuentran también sobre tumbas y paredes de templos. Su profusión es tal que podría afirmarse que allí donde han vivido los armenios han sido cincelados y que su presencia ha sido símbolo de arraigo para esta nación.

Esto último es hoy más cierto y a la vez más precario que nunca, habida cuenta de que estos hermosos mojones se han visto seriamente depredados en los enclaves que en el último siglo han quedado fuera de las fronteras armenias: en Turquía o Azebaiyán han padecido el empeño de aquellos gobiernos por borrar las huellas del pasado armenio en su suelo territorial. En sitios como el cementerio medieval de Djulfa llegaron a acometer tales actos de salvajismo las mismas fuerzas del ejército. Sin embargo, los armenios fueron pacientes y labraron muchas, tantas como para que cualquier viaje que nos animemos a hacer a este país tan antiguo (en la cima de cuya más alta montaña dice la tradición que se detuvo el Arca de Noé) vaya a ir asociado a uno de sus más específicos iconos.

Y si lo de Armenia nos cae un poco lejos o a trasmano, siempre podremos testimoniar tal buen hacer en las páginas de Armenica.org

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