La tradición de la montaña

Aun hoy, si uno pretende asomarse a formas de vida ya desaparecidas de otros lugares y familiarizarse con costumbres de tiempos pasados puede acudir para su evocación viva a una de esas comarcas enclavadas en plena montaña.

Los Pirineos, el Sistema Central o incluso sistemas menos imponentes pero igualmente recónditos como los de la Sierra de Gata y Hurdes son un buen ejemplo de ello en la Península Ibérica. Aunque quizás sea en derredor de los Picos de Europa donde mayor número de esas comunidades preserven sus rasgos distintivos, y en los que un paisaje inalterado y el mantenimiento de viejos modos de comunicación social más permitan apreciar esa otra vida de la que irremisiblemente nos alejamos.

Tanto por la vertiente Castellano-Leonesa como Asturiana podemos visitar encantadores pueblos y esplendores naturales que quitan el aliento. Pero acaso su vertiente Cántabra sea menos conocida, pese a su enorme interés.
Allí, en sus estibaciones nororientales se enclava la fascinante comarca histórica de la Liébana, con sus siete municipios y sus muchos tesorosexcelentemente conservada y con muchos atractivos para los visitantes de cualquier condición. Encerrada entre profundos valles de caliza y surcada por numerosos ríos, la estancia en el lugar puede servir para disfrutar tanto de excepcionales excursiones por bosques y montañas como para un turismo más relajado que aprecie su gastronomía, su música tradicional –como en buena parte de la Cantabria rural, una de las más ricas y todavía cultivadas- o de un patrimonio arquitectónico que nos remite a su nada desdeñable importancia en siglos pretéritos.

Sin duda, la presencia de arte prerrománico es uno de sus atractivos destacados: Santa Maria de Lebeña es uno de los más finos ejemplos de esa etapa del medioevo hispánico, mientras que el Monasterio de Santa María la Real en Piasca, ya de un estilo románico consolidado, es de visita inexcusable para los aficionados a la materia. Pero es, sin embargo, Santo Toribio de Liébana, uno de los cenobios más importantes de la cristiandad y más antiguos de Europa, fundado en el siglo VI, el que durante siglos ha atraído a los peregrinos y que incluso motivo un año jubilar lebaniego en 2007.  Aquí, por ejemplo, se forjó una de las grandes escuelas de dibujo y miniado medieval y en sus talleres se ilustró su célebre Commentarium in Apocalypsin que dio pie a la colección de códices manuscritos conocidos como Beatos que embellecen algunos de los mejores fondos bibliotecarios del mundo. Además, ejemplos de arquitectura civil o popular, como laTorre del Infantado de Potes o el pueblo de Mogroviejo pueden solazar igualmente nuestros sentidos.

El turismo rural, especialmente el afincado en Potes, cabeza de partido de la zona, ofrece además una creciente  alternativa de alojamiento, que cuenta con el interés de poder acceder al interior de las hermosas casonas de la Liébana y a la experiencia de sus habitantes, muchos con una antigua memoria de la vida de una región que, pese a los rigores debidos a su situación, disfruta de un peculiar microclima templado.
A la hora de saciar el apetito, la mesa lebaniega tampoco defrauda: la calidad de las materias primas se expresa contundentemente en sus carnes y quesos, no en vano la ganadería ha sido uno de sus pilares productivos. Su sustanciación más representativa es el cocido, aunque algunos restaurantes hayan empezado a trabajar también con las fórmulas más características de la cocina creativa.

Una completa colección de atractivos a tener muy en cuenta si se busca pasar unas vacaciones muy lejos y muy cerca al mismo tiempo.

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