La sombra del Ecuador

Ahora que los sombreros parecen volver a la indumentaria masculina y que tocarse la cabeza no resulta una distinción excéntrica, quizás sea tiempo de recuperar no sólo los modelos más discretos, sino también aquellos icónicos e inconfundibles, por más que su portador sea consciente de que lleva una prenda de una personalidad tan acusada que será imposible que pase desapercibido.

Y posiblemente, de entre ellos ninguno sugiera tanto como el sombrero Panamá, el monarca absoluto de los sombreros de paja. Basta visualizarlo para que nos vengan a la mente imágenes de plantación colonial o de inquietantes personajes de novela de Graham Greene que se desenvuelven en las resbaladizas bambalinas políticas de países latinoamericanos. Posible complemento de trajes de lino, el Panamá concede indudablemente un aire de exuberante elegancia y dandismo. Sin embargo, su función primera es proteger del fuerte sol de los trópicos y mantener el frescor en la humedad de esas latitudes. Algo en lo que se le reconoce eficacia cierta.

Pese a su nombre,  su verdadero origen es ecuatoriano, país del que es uno de los orgullos nacionales, allí era conocido como jipijapa, el nombre de la ciudad que los vio nacer, o bien como Montecristi, denominación que todavía reciben los productos más refinados del género. Se trata de aquellas piezas artesanales ultraligeras y flexibles, al punto de que se venden enrolladas en una caja, y confeccionadas con una densidad de fibras muy elevada. Es precisamente esta medida lo que diferencia las distintas calidades, y mientras que es posible encontrar versiones populares muy económicas del Panamá, las auténticas piezas de orfebrería de una docena aproximada de talleres ecuatorianos pueden fácilmente alcanzar los 1.500 y hasta 2.000 Euros.

El bautismo como Panamá parece asociado a la abertura del canal homónimo, a cuyo estreno acudió Roosevelt luciendo uno, lo que le granjeó fama en Estados Unidos. También hay quien atribuye esa denominación a que el canal fuera en lo sucesivo la base preferente de exportación. Posteriormente, el cine y la moda mantendrían siempre vigente su gloria.  Hoy, quizás para aprovechar el hecho, también se fabrican en el país centroamericano, así como en otras partes del continente. Existen incluso variantes locales –mexicanas o guatemaltecas- muy dignas de atención. Sin embargo, los expertos siguen prefiriendo la horma única y el acabado indiscutible de los que se hacen a mano en la provincia de Manabí.

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