La intolerancia a la lactosa quiere decir que el organismo no tiene suficiente enzima (lactasa) en el intestino delgado para romper toda la lactosa consumida. La lactosa digerida parcialmente pasará al intestino grueso y puede provocar todos sus síntomas: dolores, hinchazón abdominal, diarrea, etc. También es conocida como intolerancia a productos lácteos, deficiencia de disacaridasa, deficiencia de lactasa, intolerancia a la leche.
Existen de dos tipos. La mayoritaria es la intolerancia secundaria caracterizada por la disminución de la producción de la lactosa es secundaria, ya que esta provocada por un daño intestinal temporal (generalmente causado por una gastroenteritis vírica/ver las causas en el siguiente apartado). Este tipo de intolerancia es muy frecuente en la infancia tras un episodio de gastroenteritis agudo. Es transitoria y recuperable.
La intolerancia primaria o genética (minoritaria) es el otro tipo. Ésta se produce debido a una pérdida progresiva de la producción de la lactasa, y por tanto una pérdida gradual de la capacidad de digerir la leche. Suele darse a lo largo de la vida en ciertos grupos étnicos y tiene una causa genética. Las personas con esta intolerancia van notando como la ingesta de leche les causa cada vez más síntomas. Este tipo es progresivo y permanente.
Si bien la intolerancia primaria tiene un origen genético, la secundaria puede surgir después del destete -la cantidad de lactasa producida se reduce si el niño no está continuamente expuesto a la lactosa a través de su dieta-; problemas intestinales por virus, bacterias o parásitos; por la intolerancia al gluten; intolerancia a las proteínas de la leche de vaca; malnutrición ligada a una diarrea prolongada; operaciones quirúrgicas del intestino delgado o por debido a la toma de ciertos antibióticos como la neomicina y la kanamicina.
Además, el tipo transitorio puede ser tratado si se consigue encontrar el problema que lo ha provocado y se medica. Más información: ADILAC
