La delgada línea del amor al odio

El amor y el odio que sentimos habitan en el mismo rincón de nuestro cerebro. Sin embargo, mientras al amar no se activa la parte racional sino la pasional de nuestra materia gris para el odio sucede lo contrario, es un sentimiento frío y calculado. Ésta son las principales conclusiones que se sacan de un estudio realizado por un equipo de científicos del University Collage London, que con anterioridad había definido los circuitos neuronales implicados en el amor materno y el romántico.

La sabiduría popular suele adelantarse a muchas demostraciones científicas y en esta ocasión ha sucedido así. Estos dos sentimientos comparten algunas regiones de nuestro cerebro. Para comprobarlo, se trabajó con diferentes sujetos que facilitaron fotografías de personas a las que odiaban en diferentes grados. Cada voluntario observó cada una de las fotos durante 16 segundos mientras se le realizaba una resonancia magnética para poder observar la actividad cerebral ante cada una de las fotografías. La mayoría de esas fotografías, por otra parte, pertenecían a individuos a los que habían querido en algún momento de sus vidas.

De acuerdo con las diferentes reacciones del cerebro ante estas fotografías se han conseguido identificar los circuitos neurológicos de que se vale el ser humano cuando siente odio y se dieron cuenta de que coincide en su recorrido en dos regiones con el del amor: el putamen, que sirve para preparar al cuerpo para un movimiento, y la corteza insular, que se asocia a los sentimientos.

Sin embargo, también se han encontrado una diferencia muy significativa entre ambos sentimientos; mientras que en el odio se activan las áreas del cerebro que se asocian al juicio y al raciocinio, en el amor se reducía la actividad de estas regiones. Así deducen el odio es frío y calculador y el amor pasional. La explicación científica de algo que, por experiencia, ya podíamos intuir.

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