Guerra al botox

El botox nació como antídoto de la eterna de la juventud sin tener que sufrir una traumática operación. Sin embargo, después de unos cuantos años de su uso, o abuso, estético parece que en algunas personas llega producir un efecto no deseado, diferente a rejuvenecer, el de la pérdida de la expresividad en el rostro. Y no hay profesión en que esto juegue un papel tan importante como en la interpretación de ahí que haya nacido en el seno del estrellato hollywoodiense un movimiento contrario a este tipo de tratamientos.

A pesar de que aún parecen ser mayoría las que optan por el botox, cada día crecen las manifestaciones públicas de aquellas que se resisten al milagro antiarrugas. La primera que se ha posicionado claramente fue la oscarizada Emma Thompson (50) quién en unas declaraciones a la web Bangshowbiz afirmaba rotunda ”el botox sería una terrible traición hacia todo en lo que creo. No le veo ningún sentido. Tengo cierta edad y pienso ¿por qué no puedo tener 50 años?, ¿qué tiene de malo? Me encantaría poder lavarle el cerebro a todas las mujeres del mundo y explicarles que no importa su aspecto. Es una obsesión insana”. La pérdida de expresividad es el principal argumento frente a este tratamiento. En este sentido, Kate Winslet (33) ha afirmado querer ”ser capaz de expresarme con mi rostro” a medida que cumpla años.

Raquel Weisz (38), protagonista de la última producción de Alejandro Amenabar, también ha querido definirse en una entrevista en uno de los últimos número de la revista Harper’s Bazaar UK en la que ha asegurado que ”el botox debería estar prohibido para los actores igual que los esteroides lo están para los deportistas”, ya que ”actuar consiste en ser expresivo. ¿Por qué borrar las arrugas de la expresión?”. Penélope Cruz (35) es otra de las actrices -como Cate Blanchett (39), Helen Mirren (64), Sarah Jessica Parker (43), Tilda Swinton (49) o Marion Cotillard (34)- que apuesta personalmente por la belleza natural, su argumento: ”cuando tenga 80 años quiero mirarme al espejo y ver a una mujer de 80 años. Mis abuelas tenían muchas arrugas y cada una contaba una historia”.

Entre quienes ya sucumbieron una vez y no más está Jennifer Aniston (41), que ha reconocido en la revista People haberlo probado en una ocasión y ”odié sus efectos. Era como llevar peluca”.

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