Escribir el tiempo

El 1 de septiembre de 1821, el relojero real Nicolas Rieussec, acudió al Champ-de-Mars parisino con un mecanismo relojero de su invención para calcular el tiempo que tardaban todos los caballos de una carrera en cubrir la distancia del hipódromo. Lo consiguió con una precisión de un quinto de segundo. Poco después, presentó su invención en la Academia de Ciencias y obtuvo la primera patente. Había nacido el cronógrafo.

Aun se conserva uno de aquellos cronógrafos primitivos, en el museo de Relojería de La Chaux-de-Fonds, pero quedaban todavía muchos esmeros y afanes para lograr la exactitud capaz de proporcionar los cronógrafos mecánicos actuales.

Y es que aunque para muchos aficionados a la relojería la complicación mecánica de estos dispositivos no figure entre las más reputadas, realmente pocos engranajes superan en complejidad al que este instrumento que mide centésimas de segundo. Una búsqueda quimérica que siempre anhela más precisión, al extremo que en la actualidad se investiga ya en las llamadas altas frecuencias, en el que a fuerza de aumentar los intervalos del reloj, se busca disminuir la sensibilidad a la gravedad o los movimientos bruscos.

En el terreno de los cronógrafos hay algunos constructores con especial tradición. Entre ellos, Montblanc y Patek Philippe. La primera es tan requerida que no siempre alcanza a satisfacer la demanda. Una de sus últimas incorporaciones fue precisamente un homenaje a Nicolas Rieussec: un cronógrafo monopulsador de cuerda manual y caja en oro blanco del que se han producido sólo 90 unidades. Fabricadas, como no, en su taller de Le Locle. Su precio: algo más de 35.000€, aunque también exista una versión en caja de acero por sólo unos 8.000 €. Montblanc, sin embargo, también trabaja en prototipos en los que todo el empeño se ha puesto en la medición precisa. Es el caso de su TimeWriter II Chronographe Bi-Fréquence 1000, creación del menorquín Bartomeu Gomila: un guardatiempo que consigue la hazaña de medir la milésima de segundo y que supone así una frontera derribada que sus clásicos competidores en este ámbito –como Tag Heuer o Zenith- han querido también rebasar.

Patek Philippe, por su lado, con ese estilo inconfundible que caracteriza a sus creaciones, también ha empezado el siglo con empuje y desde 2005 ha desarrollado varios nuevos calibres cronógrafos. El taller ginebrino hizo su primer cronógrafo de bolsillo ya en 1856, y desde entonces se ha preocupado siempre por conseguir piezas estilizadas y elegantes a la par que precisas. Una de sus últimas creaciones, de 5,25mm, significó el cronógrafo más plano nunca realizado. Esta delgadez, que permite que una vez montados en caja de platino, tenga un espesor de 14,25mm. Ahora bien, la esbeltez se paga. Alrededor de 230.000 Euros, para más señas.

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