¿Es todavía tiempo de hacer burbujas?

Maldivas, el Mar Rojo, el Gran Arrecife australiano, son destinos turísticos indisolublemente unidos al buceo. ¿Es el buceo una actividad para jóvenes deportistas, musculosos y henchidos de hormonas? No pensaba así Leni Riefenstahl, la excelente fotógrafa alemana, que había sido camerógrafa favorita de Hitler, quien empezó a sumergirse con botella en Mombasa a sus juveniles setenta y un años, recorrió buceando medio mundo y siguió practicando esta actividad hasta los noventa y dos, ni el conocido comandante Cousteau, que siguió también buceando hasta edad bien avanzada.Es cierto que la edad influye moderadamente en el riesgo de padecer la enfermedad descompresiva, pero no está aquí la barrera, sino en las efermedades que presentan algunas personas, unas mayores y otras jóvenes: osteoporosis, obesidad, diabetes, arterioesclerosis, hipertensión, etc.
Si –sin ser un atleta- se goza de una forma física aceptable, si se puede nadar unos minutos seguidos y se obtiene de un Médico especialista en medicina de buceo el correspondiente certificado, es posible acometer esta actividad sin mayores problemas. Por otra parte, los alifafes de la edad se compensan con el –en general- más fundado sentido común, el mayor autoconocimiento, que dicen son propios de los años cumplidos.

Fondos de Maldivas

Para iniciarse se impone, eso sí, seguir las pautas de formación universalmente exigibles: hacer un curso teórico y práctico y obtener la acreditación básica, en una de las organizaciones que las dispensan. En España FEDAS, internacionalmente CMASPADIACUCIDEA, SSI, etc.
Los cursos que certifican esas acreditaciones se pueden seguir en numerosos centros de la geografía de España. A título de ejemplo de clubs, en Madrid, Cormorán, de la piscina CanoeASSE, de Vallecas, Foca Sub, de Las Rosas; en Barcelona, Vanas Dive, o Rayas Diving. Y como centros puramente comerciales, no por ello menos recomendables, la cadena Casco Antiguo y un largo etcétera al que la red nos permite acceder.

No es una mala idea concertar con el centro de buceo someternos a una primera experiencia de inmersión (el universalmente llamado bautismo de buceo), para saber si nos encontramos en condiciones de seguir luego el curso completo. Si es que sí, miel sobre hojuelas, y si es que no, habremos disfrutado (o padecido) la experiencia y nos habremos ahorrado el dinerillo de pagar un curso completo, que, si no inasequible, tampoco es barato: en torno a los trescientos cincuenta euros, en la actualidad.

Buen aprendizaje técnico y sentido común nos abrirán la entrada al reino del capitán Nemo, a un entorno cuya belleza fascinante los documentales de divulgación apenas dejan entrever.

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