En las urbes inmemoriales

Si bien la población mundial urbana crece hoy a un ritmo inaudito y según las previsiones podría rebasar muy pronto a la rural, no conviene olvidar que esta inversión radical de los esquemas demográficos es muy reciente y que a principios del siglo XX solo el 10% de la especie habitaba en ciudades.

Hablamos de un cambio de paradigma cuyo alcance y consecuencias todavía no conocemos, pero que ayuda a comprender que la mayoría de metrópolis actuales son en realidad muy jóvenes y que hasta tiempos muy recientes eran pequeños poblados y eso en el bienentendido de que existieran.

Sin embargo, también esa ley conoce excepciones y hay un puñado de urbes que pueden presumir de una cultura urbana ininterrumpida que se remonta casi a los mismos albores del sedentarismo.

Como era presumible, entre las que en hora más temprana apostaron por la forma de convivencia social que a la postre ha acabado resultando dominante, destacan algunas de Próximo Oriente. Es el caso de Damasco y Jericó, que se enorgullecen ambas de ser las más antiguas de todas.

En la primera se han hallado vestigios de asentamientos en fechas que podrían rondar el 10.000 a.C., si bien no es hasta el 1.400 a.C. que se documenta su importancia como centro ganadero. En cualquier caso, hablamos de la ciudad antigua que cuenta con más habitantes en la actualidad. Por su parte, Jericó, situada hoy en Cisjordania, podría ser al menos tan remota como la capital siria y, además, nadie discute su primacía como la primera ciudad amurallada del mundo que jamás ha dejado de ser habitada.

Byblos y Sidón en el Líbano, Susa en Irán, Aleppo en Siria o Tel Aviv en Israel son otras de las que claman pertenecer a ese selecto club, por más que no en todos los casos se pueda verificar que nunca padecieron periodos de abandono.

Ya en Europa es la búlgara Plovdid la que puede jactarse de una más larga historia, con 6.000 años a sus espaldas, mientras que en la Península Ibérica el mérito recaería en Lisboa y Cádiz, ambas más que posibles colonias fenicias hace 3.200 años.

La villa mejicana de Ticul bien puede presentar sus credenciales en este peculiar escalafón: acogió a una población maya tan pronto como en el siglo VI a.C  y pese a que cuente en nuestros días con no más de 22.000 habitantes, es sin duda la comunidad urbana con una más larga continuidad de todo el continente americano. Y en África, como no podía ser de otro modo, es un enclave egipcio el más veterano: Faiyum, un nombre moderno derivado de la lengua copta que sustituye a los de Crocodilipolis o Sheydet, como ha sido también conocida a lo largo de sus 6000 años de vida.

Mucho más jóvenes, Herat en Afganistán, Delhi y Madurai en la India o Pekín en China, se disputarían el decanato asiático, aunque ninguna pueda clamar una fundación probada anterior al 600 a.C. Todas ellas, no obstante, puedan reputar una venerable ancianidad si se comparan con Sydney, que todo y con ser la más antigua de Oceanía, fue apenas fundada en 1788.

Sea como sea, todas ellas representan sorprendentes casos de lugares riquísimos en memorias y acontecimientos que se pierden en las noches de los tiempos, y visitarlas o habitarlas supone el privilegio de sentirse parte de una historia que ya va siendo verdaderamente muy y muy larga.

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