El sueño perfecto

Después del arreón de las fiestas navideñas, habrá más de uno que sólo tenga ganas de descansar. Pero hasta en el tumbarse en la cama hay categorías. Catres de lujo para unos dulces sueños es lo que ofrece la tradicional ebanistería sueca Hästen, fabricante de unos lechos en los que cada elemento está hecho a mano y que se tarda unas 150 horas en ensamblar. Su modelo Vividus, la considerada cama más glamourosa del mundo, se construye solo por encargo, personalizada a gusto del cliente, por la módica cantidad de unos 50.000 euros. Y quienes quieran confort asegurado con una cama de estilo nórdico, pero sin esos ruinosos excesos, también pueden acceder a su gama inferior de productos (igual de exclusivos por su precio, eso sí), como la Hästens Auroria o la 2000T.

Vi-spring es la respuesta británica a esa noble tradición escandinava. También artesana en su conjunto, puede comprarse toda o sólo alguna de sus partes: es decir, cabecero, estructura y colchón. En el primer caso, ellos prometen que no existe una cama igual. También una garantía vitalicia y un confort que y que cambiará nuestra vida. Lo que es indudable que cambiará si nos decidimos por ella es el saldo bancario. Su colchón más básico y pelado nos costará encontrarlo por debajo de los 2.000€. Lo normales es que rallen los 8.000 €. Y desde ahí, pendiente pronunciada.

En otros casos, no es ya todo el soporte, sino únicamente el colchón, lo que promete un descanso sin parangón a cambio de rascarse el bolsillo. Los americanos Kluft casi presumen de tener los más caros del mercado. Hilado en raso y seda y con una lista de especificaciones más larga que una día sin pan, algunos de sus modelos se han vendido por 69.000 dólares, pero los más corrientillos salen a poco más de 5.000.

Sin embargo, si uno quiere suspenderse en una experiencia onírica y futurista, no le queda otra que desafiar a las leyes de la gravedad. Que es lo que propuso el interiorista neerlandés Janjaap Ruijssenaar con su cama magnética que flotaba hasta 40 centímetros sobre el suelo. Único inconveniente: había que abonar los 1,6 millones que costaba esta invención inspirada en “2001: odisea del espacio”. Aunque al ver esta presentación, uno siente fuertes tentaciones:

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