El renacimiento del clásico

Imitado hasta la saciedad y no siempre con buenas artes, el sofá Chester o Chesterfield, símbolo último de la sobriedad y del confort británicos, había ido de capa caída en los últimos años. El empleo de pieles dudosas, ese aire vetusto y formal que le es tan propio o el simple sube y baja de las modas fueron algunas posibles causas de su aparcamiento.

Un simple accidente en sus aproximados 200 años de historia. Una historia que, no podía ser de otro modo tratándose de un referente ya legendario de la decoración, cuenta con algún discutido recodo. Sin capacidad para disipar tales dudas, recordaremos que hay quien atribuye su nacimiento a algún miembro de la casa Stanhope, titular del condado de Chesterfield, quien habría encargado un sillón firme y rígido para que la espalda quedara recta y la postura de un caballero que se sentara en él no fuese indecorosa.

En cualquier caso, desde su principio, las características sine qua non de un sillón de este tipo fueron su forrado en cuero, su estructura sólida de madera, su guateado, unos brazos a la misma altura que el respaldo y su típico acabado de botones. Es por esos conocimientos necesarios para su construcción y la dificultad de su acabado que el Chesterfield ha sido considerado más como una pieza de artesanía que como un objeto industrial, y que hoy los modelos antiguos se vendan como auténticas antigüedades (y con precio de tales).
Y también por esas cualidades particulares, en la austera Inglaterra Eduardiana se convirtió en una pieza indispensable de los salones. Lugares privilegiados para que los gentlemen tomaran el vino de oporto y fumaran cigarrillos tras las comidas. Las malas lenguas también sugieren que sirve para acortar las visitas, dado que no es posible arrellanarse en él más de la cuenta.

Lo que si que ya resulta más sorprendente es que, tras ese apogeo, tras aguantar bien y competitivamente el tirón del diseño posterior a la Segunda Guerra Mundial y tras finalmente ser relegado a partir de los 80, el Chester esté volviendo a ser un icono de la decoración del presente. Y no sólo por sus habituales fueros, por los salones distinguidos de personas de gusto clásico, sino también como contrapunto de ambientes modernos y desenfadados, como perfecto toque retro en clubes de diseño y como elemento capaz de inferir calidez a atmósferas impersonales. Tanto es así, que al circuito de compra-venta de ejemplares antiguos se le ha sumado la reactivación de fabricantes que han vuelto a incorporarlo en su catálogo. Ahí tenemos versiones lujosas como las de Cabott Wren o Abdon&Lucas, así como aquellas más sobrias y ajustadas que por ejemplo hace Chester.co en su factoría de Vigo, o que casas como Poltrona Frau llevan tiempo produciendo con éxito..

Son algunos de los muchos que se han apuntado recientemente al resurgimiento de un mueble de carácter y que pueden conocerse en esta página de Archiexpo.

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