El otro País Vasco

Separadas del País Vasco y de Navarra por la frontera franco-española y por las últimas estribaciones de los Pirineos,  pero unidas  por antiquísimos lazos culturales y lingüísticos, las tres herrialdes o provincias que conforman Iparralde son un microuniverso todavía escasamente transitado y que, pese a las trabas, ha conservado buena parte de sus ancianas señas de identidad.

Las casas solariegas de blancas fachadas, con los alféizares y travesaños de madera pintados en rojo o verde y los frontispicios de piedra jalonan los valles de la Baja Navarra. El Pirineo pierde aquí su natural fiereza y da acomodo a una de las poblaciones más bellas de todo el Macizo: Donibane Garazi. Este San Juan de Ultrapuertos, como se denominaba poéticamente en castellano medieval, es uno de los puntos de arranque más tradicionales del Camino de Santiago y una excelente base de operaciones para conocer Iparralde. Con sus albergues de peregrinos y su castillo nos sume en un suave viaje en el tiempo; el barrio de artesanos y las puertas de entrada a la villa, en las que aún se distinguen las marcas de roce de los carros, nos propulsan hacia el pasado sin apenas esfuerzo.

Si el viajero no queda demasiado seducido por sus maravillas, podrá tomar dos direcciones para seguir con su periplo. Si va hacia el mar, entrará en Lapurdi. Allí se presiente ya ubicua la presencia del Cantábrico y el carácter de sus arrantzales; los aventureros pescadores que arribaron a Terranova antes que nadie y que establecieron comercio ballenero con los puertos de Islandia. Hoy, sin embargo, sus principales poblaciones han tomado una pátina elegante y burguesa: Donibane Lohitzun es una coqueta villa marinera, con preciosas mansiones de tejados azules y celebrados restaurantes, mientras que Miarritze, la Biarritz en la que tomaba los baños la aristocracia Europea de principios del siglo XX no puede esconder su aire chic y cosmopolita. Algo más al norte, Bayona es la capital del país y la principal aglomeración urbana del departamento, con una formidable Catedral y un ordenado barrio viejo que invita al paseo sosegado y a la cata de alguna de las especialidades del lugar, como el pastel vasco o las recetas de pescado confeccionadas con los excelentes pimientos de la cercana Ezpeleta.

Si contrariamente se viaja hacia el lado opuesto, el verde omnipresente y la sensación de aislamiento se pronuncia más y más. Estamos en Zuberoa, la herrialde más despoblada y misteriosa. Pequeñas villas como Tardets o Mauleon, con sus inevitables frontones, son el aperitivo de uno de los enclaves más escondidos de los Pirineos: Santa Grazi. En este finisterre, encerrado tras montañas difíciles de flanquear y rodeada de profundas y encantadas gargantas acuáticas, el euskera todavía es la lengua predominante y se tiene la impresión de haber entrado en un mundo a caballo del mito y la realidad. Un paraje de delicadas nieblas en el que, entre las estelas del cementerio, aun parecen prontas a aparecer las temibles lamiak del folclore popular.

Con un pie en la modernidad y otro en el pasado ancestral, Iparralde es un mundo a la vez diverso y compacto, que ofrece una dádiva apropiada a cada visitante.

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