El hechizo de la Toscana

Existen en el mundo algunos ejemplos de casa tradicional cuya imagen basta para concitar sueños de bienestar y prosperidad. No importa que se trate, en algunos casos, de una imagen estilizada y literaria. Algo en ellas, en los lugares donde se levantan y en las cosas que evocan hace fantasear con una vida tan plácida como auténtica, tan hermosa como embriagadora de los sentidos.

De la cabaña polinesia al chalet de montaña suizo, del pequeño château francés al baserri vasco, la preferencia por alguna de estas viviendas rurales dependerá de los gustos de cada uno.

Sin embargo, si hay un ejemplo de edificación que represente casi universalmente un ideal de encanto y hermosura, de existencia a un ritmo sosegado pero lleno de amenidades, rodeada de paisajes campestres y pequeñas ciudades que florecieron durante el final de la Edad Media, capaz de abastecerse gracias a sus huertos y viñas de los mejores caldos y viandas, ese es el de las Villas de la Toscana.

Para rastrear el origen de estas moradas habría que recular hasta tiempos romanos, cuando el crecimiento de los latifundios permitió a sus dueños contar con muchos recursos y hacer domus cada vez más lujosas y confortables.

Sin embargo, tras un periodo de abandono o transformación en los tiempos del bajo imperio, su gran florecimiento se producirá a partir del siglo XV, cuando las grandes familias nobiliarias italianas hagan construir en sus posesiones grandes residencias que tanto sirven para manifestar posición como para servir de centro de administraciones de las labores agrícolas.

La estirpe de los Médici nos ofrece el paradigma de este proceder y es en buena parte la responsable de que este tipo de casa -cuya tipología y disposición está vivamente inspirada en la romana o, por lo menos, en la relectura del clasicismo arquitectónico propia del renacimiento- haya quedado tan asociada a esta región transalpina. Esparcidas por las vecindades de Florencia y Prato, Villa Trebbio, Castello, Cafaggiolo o Fiesole son tesoros monumentales que incluso se han propuesto en su conjunto como aspirantes a engrosar la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Pero más que una gran lección de historia y arquitectura, nuestra intención de hoy es poner de relieve que, por lo menos por unos días, uno puede sentirse como uno de esos dichosos propietarios renacentistas o sencillamente disfrutar de una placentera estancia,  holgazaneando bajo los emparrados o cenando arrullados por el canto de las cigarras y al fresco de los patios. Hoteles o alquileres completos se han convertido en una opción común para viajeros acomodados o con grupos con ganas de darse un capricho.

Lo cierto es que existen en la Toscana muchas categorías de villa y casas de campo al alcance del interesado en alojarse en una. Sin embargo, queremos poner el acento en aquellas más esplendidas y representativas de una modo de vida especialmente atractivo.

Algunas, como la Villa Vignamaggio, fueron el escenario del rodaje deMucho Ruido y Pocas Nueces, mientras que otras, también cinematográficas gracias a James Bond, han pasado a ser de bastiones costeros defensivos a exclusivos albergues con playa a sus pies como Torre Saracena.

Estas maravillas y otras tanto o más lujosas pueden contactarse y reservarse mediante un número sorprendente de páginas especializadas.

Your Tuscan Villa o Holiday Apartment Tuscany (ambas en castellano, pese a sus nombres ingleses) recogen alguna de las más fantásticas propiedades privadas que ofrecen hospitalidad a cambio de precios a menudo mucho más moderados de lo que podría sospecharse a primera vista, mientras que La bella Toscana cuenta con una deliciosa sección de casas que, además, cubre las zonas de Amalfi y Umbría.

Son sólo algunas sugerencias de búsqueda que, en cualquier caso y aunque no se tenga intención de hacer viaje alguno, pueden servir para dejar volar la imaginación.

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