Nació un 4 de mayo de 1924 en una pequeña localidad de Bélgica, Ixelles / Elsene. Hija de ciudadano británico y de una baronesa belga. Se educó en Holanda y hablaba perfectamente inglés, francés, holandés e italiano, y se defendía con el alemán y también un poco en español. Estudió ballet, mostrando grandes cualidades, pero las dificultades que debió afrontar durante la Segunda Guerra Mundial hicieron estragos en su constitución, lo que unido a su 1,70 de estatura la hizo tener que pensar en otra profesión…. La de actriz. Poco sospechaba que el resultado de estas vivencias en su infancia y juventud como una delgadez inusual y un porte aristocrático harían de Audrey Hepburn el reflejo de un estilo que aún tras 20 años de su muerte, sigue vigente.

Su cara esta en bolsos, cuadros, pitilleras y en toda clase de objetos que se puedan imaginar. Pero merchandising y publicidad aparte, la figura de Audrey ha ido ligada al mundo de la moda de la mano del modisto Givenchy, quien la vistió en muchas de sus películas y en la vida real. Él era su amigo del alma y ella su musa durante más de 40 años, inspirándole incluso en la creación de un perfume, L’Interdit de Givenchy. Audrey siempre se negó a considerarse un icono a pesar de que la gran mayoría de las mujeres deseaban parecerse a ella, y durante los años 50 y 60 imitaban sus vestidos, sus peinados e incluso la forma de sus cejas. Pero su estilo siempre fue discreto, y poco ostentoso, la elegancia de la sencillez, del menos es más, sin abusar del maquillaje ni de las joyas.

Audrey Hepburn demostró que se podía ir elegante vistiendo unos sencillos pantalones capri, piratas o pitillo o un pichi y una gabardina con unas bailarinas o mocasines de los que tenía decenas de pares. Y por supuesto una enormes gafas de sol como las míticas Ray-Ban Wayfarer, ahora tan de moda. Colores neutros como el negro, el blanco y los beige, jerséis de cuello cisne y camisas blancas eran sus básicos.

Pero también lucía unos estilismos llenos de glamour a la hora de acudir a grandes fiestas y eventos a los que acudía con unos vestidos de grandes vuelos, ya fuesen largos o cortos, con cortes asimétricos que dejaban sus hombros al descubierto, en tules, rasos, tafetanes y con adornos y brocados, y a pesar de todo ello con un halo de naturalidad y sencillez.

Cuando ya no era una jovencita, en los 70 hizo gala de un ‘look’ hiperfemenino pero con toques andróginos, por supuesto, sin perder ese refinamiento que la caracterizaba gracias a los pret-á-porter de Yves Saint Laurent, Valentino y desde luego su adorado Givenchy.

Audrery murió con 63 años el 20 de enero de 1993 a causa de un cáncer de colon, retirada del mundo del espectáculo y totalmente entregada a su labor como embajadora de UNICEF durante 19 años.