1 de cada 3 mayores de 65 años tiene pérdida auditiva, una pérdida que comienza siendo gradual, en la que primero desaparecen los sonidos agudos, se conservan los graves y se dejan de oír algunas consonantes como la ”s” y que poco a poco se va transformando en una pérdida más severa.
Lo más importante en estos casos es acudir al otorrinolaringólogo en el momento en que se empiecen e notar los primeros signos de pérdida auditiva, ya que muchos mayores tendemos a no pedir ayuda o bien por vergüenza o bien porque pensamos que es algo propio y natural de la edad y lo único que conseguimos es agudizar el problema y que vaya a más sin poner soluciones.
Es cierto que en muchos casos la pérdida auditiva es inevitable, los años no perdonan y el ruido al que sometemos a nuestros oídos a lo largo de nuestra vida acrecientan el problema, pero siempre se puede tratar la dolencia y minimizar su impacto en la calidad de vida del paciente si se acude pronto a un especialista.
Lo único que conseguimos alargando la espera, es tener mayor malestar y eso con el tiempo nos lleva a cambiar nuestro estado de ánimo y estar más irritables, a tener ansiedad e incluso a aislarnos del exterior porque no nos sentimos seguros.
Debemos tener siempre presente que los problemas auditivos, aunque en muchos casos no tengan solución por sí mismos, sí que se pueden aliviar muy considerablemente. Existen ayudas técnicas como son los audífonos y los implantes auditivos que mejoran con creces estas situaciones y que nos permiten tener una vida plena.
Lo ideal es hacernos una revisión auditiva al año aunque no notemos ningún síntoma, siempre es mejor prevenir que lamentar, y más si vivimos solos, ya que nos cuesta más identificar el problema. En el caso de vivir acompañados, la familia juega un papel importantísimo a la hora de detectar la pérdida de audición, pero en cualquier caso, lo importante es que nos atienda un otorrino lo antes posible. Todo en sus fases iniciales es más sencillo de solucionar.