Descubriendo Brasilia

Peculiar. Así podríamos definir esta ciudad, creada de la nada ante la necesidad que tenía Brasil de tener una capital en el interior. Hasta su creación, que comienza a mediados del siglo XX, Rio de Janeiro y Salvador de Bahía compartían la capitalidad del país; pero ya desde principios del siglo XVIII -durante la época del Marqués de Pombal- se venía hablando de la importancia de establecer una capital lejos del Océano Atlántico. Los ataques de piratas y el contrabando fueron las primeras motivaciones que incitaron a los gobernantes a moverse hacia el interior pero, ya en el siglo XX, una de las razones de más peso fue la de poblar una zona prácticamente vacía, la región nordeste del país. Y así nació Brasilia; más de dos siglos más tarde, erigiéndose como una gran ciudad que nacía desde cero y que, actualmente, goza de un privilegio que no tiene ninguna otra urbe creada en el siglo XX: el de ser Patrimonio Cultural de la Humanidad, desde 1987.

Catedral de Brasilia, Oscar Niemeyer

Esta distinción se debe a diversas cuestiones, pero tal vez la más importante y significativa sea que el encargado de proyectar la mayor parte de los edificios administrativos y representativos de la nueva ciudad fuera uno de los más grandes arquitectos del siglo XX: Óscar Niemeyer, un creador excepcional que, por otro lado, pese a haber llegado a centena, todavía sigue en activo. Lúcio Costa, ganador del concurso propuesto por el gobierno, se encargó del urbanismo, mientras Roberto Burle Marx, llevó a cabo el paisajismo y las zonas verdes. El resultado fue -y es- una urbe en la que conviven modelos clásicos de urbanismo que ya han demostrado ser funcionales -como Picadilly Circus o los Campos Elíseos- con un espléndido estudio de la integración del paisaje en la ciudad, que se materializa en espectaculares espacios dedicados al agua y la naturaleza. Además, la ciudad está pensada para ampliarse teniendo en cuenta su gradual crecimiento, asumiendo son problemas nuevos barrios o ciudades-dormitorio.

En este singular entorno los edificios de Niemeyer se integran a la perfección; sobrios y orgánicos a la vez, conservan una elegancia-propia del buen hacer de uno de los mejores arquitectos de nuestros días- que perdura con el paso del tiempo. Todo visitante no puede dejar de visitar la Catedral Metropolitana, obra de Niemeyer; algunos de sus espléndidos parques -como el Parque de la Ciudad Sarah Kubitschek o el Parque Nacional de Brasilia-; la Torre de Televisión; la Plaza de los Tres Poderes; el Puente JK o el Palacio de Alvorada.

Brasilia es, sin duda, un destino raro para el turista, pero no por ello pierde su encanto; un atractivo que se basa, principalmente, en el rico resultado de la mezcla de la cultura tradicional brasileña y el espíritu de una ciudad joven y moderna.

Comentarios

Deja un comentario