De buena ley

Vivimos tiempos de falta de crédito y liquidez que se derivan en desconfianza en el dinero. Pero entonces ¿hay otro modo de organizar nuestros intercambios y asignar valor a las cosas? Las llamadas monedas sociales piensan que sí.

¿En qué consisten estos proyectos? Las fórmulas son variadas, pero se concretan normalmente en un principio común: el empleo de sistemas de intercambio de bienes y servicios en los que se puede pagar con trabajo o en los que se utiliza un tipo de moneda alternativa que se rige por unas ciertas reglas, como la de no poder especular con ella o carecer de intereses. El mecanismo es que quien forma parte de una comunidad de este tipo, al aportar algo a ella –desde un bien de consumo, pongamos por ejemplo unas hortalizas que cultive en su huerto, a un servicio: pintar una casa o reparar un coche- recibe a cambio una determinada cantidad de crédito que puede gastar en cosas que ofrezcan otros miembros de la comunidad –unas clases de inglés, un desplazamiento en coche al aeropuerto y etc. Se trata de una forma de organización más fluida de las redes  de trueque y los bancos de tiempo, que permiten un intercambio no sólo directo, sino con terceros. El ECO que ya se acepta en muchas de las ecoxarxes catalanas adheridas a este sistema o el Drago, son sólo dos de las más de 30 monedas sociales de este tipo que circulan por España. En webs como Vivirsinempleo o en el portal del CES se pueden seguir muchas de estas iniciativas a lo largo y ancho del país.

Pero hay otras modalidades de monedas de intercambio comunal: son aquellas que se ponen en marcha como sistema paralelo al oficial en regiones o pueblos concretos, con la idea de que sólo se puedan gastar allí. La idea es potenciar el comercio e industria de cercanía, de manera que la riqueza repercuta sobre el propio territorio, con las ventajas sociales y medioambientales que ello comporta. Pero para evitar los desajustes propios de toda acuñación monetaria y la posibilidad de que alguien decida acumular en lugar de gastar, se incorporan interesantes mecanismos de control, como que pierda valor con el tiempo. En Europa hay varias regiones en las que han empezado a circular con notable éxito. La ya consolidada Bristol Pound o la reciente Euskal Moneta son dos de los ejemplos más a mano que tenemos.

Y en algunos casos el espíritu autogestionario ha ido más lejos y la moneda ha sido el punto de partida para organizar también otros servicios al margen de los oficiales, como los de guardería o búsqueda de alquiler social, como es el caso de las Cooperativa Integral Catalana, precisamente una de las organizaciones que utiliza el ECO. Formas apasionantes de activarse socialmente, que además no hace ninguna distinción de edad y tiene las puertas abiertas a los mayores ¿te animas?

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