Crimen y castigo

Mucho se ha escrito acerca del crimen perfecto, hasta tal punto que este se convirtió en un tema recurrente en la literatura y, especialmente, en la del siglo XIX, donde destaca la genial novela de Dostoievski “Crimen y Castigo”. Su protagonista, Raskolnikov, a través de diversas divagaciones casi consigue elevar el delito a la categoría de arte. Tal vez por ello, el título de este famoso texto ha sido elegido por el Musée D’Orsay de París para dar nombre a la exposición que estos días se muestra en sus salas. “Crimen y castigo” recopila un conjunto de piezas -realizadas entre 1791, cuando Le Peletier de Saint-Fargeau reclama la supresión de la pena de muerte, hasta 1981, fecha de su abolición total en Francia- en las que la atracción de los pintores por los aspectos sangrientos, fantasmales y novelescos queda implícita gracias a los geniales lienzos que se exhiben, todos ellos con el crimen como telón de fondo.

Grandes artistas -como Goya, Picasso, Gericault o Magritte, entre muchos- se han interesado por el tema del asesinato. Las razones son muchas y algunas de ellas muy obvias. Por una parte, los creadores se encuentran ante la posibilidad de experimentar al máximo con los recursos expresivos, abordando temas que, en muchos casos, son históricos o religiosos (son numerosos los crímenes bíblicos, empezando por el de Caín y Abel), por lo que siempre son bien considerados y admirados por el gran público. Por otro lado, esta aceptación se multiplica además gracias al morbo, convirtiendo el “arte del crimen” en un éxito casi asegurado.

La pasión decimonónica por esta oscura temática se ve potenciada también gracias a los primeros estudios psicológicos en los que comienza a indagarse lo más profundo de la mente criminal, llegando a surgir teorías que debaten la existencia de un posible perfil físico del delincuente. Así, la literatura de la época nos muestra que la maldad no sólo deja huellas en el alma, también lo hace en el rostro, como se descubre en la famosa novela de Oscar Wilde “El retrato de Dorian Gray”. La representación del alma siempre ha sido uno de los principales objetivos de los retratistas, quienes encuentran un nuevo reto en el dibujo el rostro criminal.

Finalmente, los creadores se acercan, tomando estos temas como excusa, al recurrente problema del mal en sí mismo, que pasa de estar representado a través de sus consecuencias (como veíamos en las imágenes del infierno, propias del Medievo), para ser plasmado mediante sus frutos. Eso sí, consiguiendo en cualquier caso reconciliar dos conceptos aparentemente antónimos: violencia y estética.

Si todavía no tienes planes para esta Semana Santa, te proponemos una excusa para hacer una escapada a París, disfrutar de una de las ciudades más bellas del mundo y pasear por esta exposición no apta para espíritus sensibles, que permanecerá abierta en el Musée D’Orsay hasta el 27 de junio de este año.

Foto: René Magritte. El asesino amenazado, 1927. © 2010, Digital Image, the MOMA, New York/Scala, Florence – Adagp, París 2010

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