Córdoba: música, arte y gastronomía

Tomando como excusa la celebración del XV Festival de Música Contemporánea de Córdoba, que se celebra estos días -concretamente entre el 2 y el 24 de marzo-, parece lo más indicado planear una escapada a la ciudad; monumental pero acogedora, crisol de culturas y gastronómicamente muy recomendable.

Además de asistir a alguno de los conciertos que tendrán lugar durante el evento, en el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco, Córdoba cuenta con algunos monumentos de visita imperdonable, entre los que, sin duda, destaca la Mezquita. Hoy, convertida en Catedral, conserva en su interior una amalgama de estilos que conviven pacíficamente y en armonía. Esta joya de la arquitectura Omeya, con intervenciones Góticas, Renacentistas y Barrocas es chocante y a la vez sobrecogedora.

Tampoco hay que dejar de visitar los Hamman, o antiguos baños califales; donde todavía se conservan esas hermosas yeserías de florituras y arabescos que han demostrado con creces que hasta el material más pobre puede convertirse en el objeto más bello. Un sinfín de espléndidas iglesias, entre las que vale la pena destacar las de estilo Fernandino; de hermosos patios de estilo cordobés -que toman su forma de las antiguas casas omeyas, inspiradas a su vez en las construcciones romanas-; de animadísimas plazas, conventos y jardines son también dignos de ser visitados. Y es que llama la atención la cantidad de turismo que se puede hacer, teniendo en cuenta el pequeño tamaño de la urbe.

Lo mejor es pasear por sus calles, en las que es fácil toparse con algún “Triunfo de San Rafael”, seguir las huellas de la Córdoba Romana o simplemente deambular en busca de esos rincones tan bellos donde las callejuelas blancas de achican y tan sólo queda espacio para que un rayo de luz ilumine de pleno un balcón teñido de rojo por los geranios.

Eso sí, haciendo las consabidas paradas para reponer líquidos y, de paso, tapear y probar las especialidades de la ciudad: las berenjenas a la miel, el salmorejo, el rabo de toro, los boquerones en vinagre, el flamenquín o el pastel  corbés; todo ello acompañado de una cerveza bien fresca o un fino de la tierra.

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