Copas muy exquisitas

La difusión de una mayor cultura enológica y una mejor adaptación a las necesidades del mercado, en la que la calidad acaba siendo más rentable que la cantidad, ha empezado a relegar las producciones descuidadas y pensadas para la venta a granel. También la compra eventual de buenos caldos, sin que importe rascarse un poco el bolsillo para disfrutar de ellos, se ha hecho más frecuente en los últimos años, mientras cursos de cata y vinaterías elegantes cambiaban las formas de consumo de vino.

Pero pese a todo, sigue habiendo muchas botellas que solo los ricos, los afortunados o los que deciden tiran la casa por la ventana pueden permitirse. Son botellas especiales, compradas por coleccionistas en subastas o distribuidas en cantidades muy reducidas por las bodegas productoras. Algunas alcanzan ese precio por el aura legendaria que rodea a sus dueños o bien por su antigüedad y escasez máxima. Hace años, la revista Forbes hizo una investigación sobre los mayores desembolsos nunca hechos por una sola botella. El imponente honor corresponde, todavía insuperado, a una botella de Château Lafite de 1787, vendida por Christie’s en 1985 por la suma de 110,441€. Entre las razones que llevaron a tan extraordinaria puja, no tiene una importancia menor que la botella hubiese pertenecido a Thomas Jefferson, tercer presidente de Estados Unidos. No mucho más económica salió la botella de Château d’Yquem del mismo año que la anterior que fue adquirida por más de 70.000€ en febrero de 2006. Y eso que no había garantías de su excelente estado, dado que fue reencorchado dos veces. Mejor no calcular el precio de cada trago. Poco antes, la misma mítica marca de Sauternes había vendido un lote con una botella de cada cosecha entre 1835 y 2003 por un millón y medio de dólares. A una cierta distancia, sorprende la irrupción de un tinto australiano, por el que el empresario John Manetti abonó 44.000 dólares (unos 27.00€). Se trata de Penfolds Grange Hermitage 1951, la bodega más prestigios de los antípodas en su primer año de producción. El mismo año de esa adquisición, 2004, un periodista enológico dio noticia de que había localizado la botella a la venta en un establecimiento de restauración más cara del mundo. Se podía pedir en el Graycliff Hotel de Nassau, en las Bahamas, y era un Romanée-Conti de 1875 que por aquel entonces se ofrecía a 75.000€ y en estos años parece que ha subido hasta los 89.000€. Parece que nadie hasta la fecha ha tenido el arrebato de que se la descorchasen, pero quien lo hiciere tendría el privilegio de beberse la última de esta añada que probablemente quede en el mundo. También un vino de Ribera del Duero figura en este podio de los exclusivos, los 128.904€ al cambio por una botella de Vega Sicilia 1990, aunque fueran en subasta benéfica, impresionan. Aunque se tratara de un formato doble Magnum.

No obstante, también la picaresca y la falsificación fina se han infiltrado en este mundo formado por millonarios entusiastas, inversores arriesgados y snobs de cartera ligera, porque la Château Lafite que abría nuestro ranking resultó que tenía todos los visos de no haber pertenecido a Jefferson y ser un fraude posterior. No deja de tener su irónica guasa pensar en que no solo se ha pagado el sorbo por un pico, sino que además el sorbo era de pega. La historia es tan deliciosa que incluso se ha rumoreado que había un proyecto para llevarla al cine. ¡Salud!

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