Con espíritu luso

Y así fue que mientras que los súbditos de la corona de Castilla se abatían sobre lo que con el tiempo se llamaría América, los navegantes, mercaderes, descubridores y soldados lusos se expandían hacia África y Oriente, dónde sacarían pingües beneficios del comercio de especias y fundarían colonias que durarían, como en el caso de Macao, hasta casi el siglo XXI.

Pero posiblemente, de todos sus enclaves asiáticos, ninguno tuvo el impacto ni transmutó la influencia recibida de una forma parecida a Goa, el territorio de costas escarpadas del oeste de la India donde Vasco da Gamaestableció el primer emporio europeo en aquel subcontinente. Con el tiempo, su ocaso y la llegada de los británicos, Goa acabó por ser la última y arrinconada de sus posesiones allí. Tanto fue su apego que no la cedió hasta 1961 y por la fuerza de las armas.
Pero en el ínterin, y aunque frecuentemente de forma más bien poco diplomática y mediando la cristianización forzosa y otras formas de explotación colonial, se gestó una cultura de síntesis que todavía puede percibirse en muchos de los rasgos distintivos del más pequeño de los estados indios.

Y por encima de todos, destacan las construcciones religiosas que en su fervor evangelizador levantaron desde su misma llegada y que hoy jaspean la vieja ciudad de Goa y sus alrededores. Porque la algo exótica sede delPatriarcado de las Indias Orientales, diócesis establecida en 1533 y desde entonces jamás abolida, debe contar con uno de los tesoros de arte cristiano más ricos y singulares no ya de Asia sino del mundo entero: la Iglesia Vieja y la de San Cayetano, la Se, la Basílica de Bom Jesús, los monasterios y santuarios con sus paredes encaladas y sus rasgos del gótico y barroco portugués trasladados por ensalmo a los trópicos del Mar Arábigo ya justifican una visita a la región. Así lo entendió la UNESCO en 1986 cuando declaró a todo el conjunto Patrimonio de la Humanidad.

Si añadimos que quizás por efecto de esa larga exposición extranjera, de su condición portuaria y de su apacible decadencia de los últimos lustros, Goa supone un punto y aparte del resto del país, que sus habitantes tienen especial fama de abiertos y hospitalarios y que durante mucho tiempo ha sido un imán que ha atraído a buscadores espirituales y amantes de playas retiradas y veladas silenciosas, sólo queda concluir que éste puede ser un magnífico punto de entrada a un mundo muy a menudo hermético pero cautivador: el de la India, que ya cinco siglos atrás prendó a sus primitivos visitantes lusos.

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