Carillas dentales: una sonrisa sana y natural

Las carillas dentales son una láminas de porcelana, de aproximadamente 0,3-1 mm. de espesor, que se colocan cubriendo toda la superficie anterior de los dientes. Se unen fuertemente al diente por medio de un adhesivo especial. La unión es tan fuerte que una vez colocadas no se pueden retirar a menos que se rompa la carilla. Se emplean fundamentalmente para enmascarar anomalías del color de los dientes que no pueden tratarse mediante el blanqueamiento convencional y también para disimular alteraciones en el tamaño o forma dentarias, confiriendo al diente un aspecto más ideal.

Una vez colocadas, el paciente se olvida de que las lleva y puede comer y hablar con normalidad, tratando de evitar siempre el morder cosas excesivamente duras con los dientes tratados. Sus principales ventajas son su poder de adhesión, resistencia a la abrasión y gran sensación estética, sin olvidar que prácticamente no hay que reducir el diente para colocarlas.

Aunque para algunos esta técnica les resulte algo muy novedoso, las carillas dentales surgieron ya en los años veinte, por las exigencias estéticas de algunos artistas de cine (como el mismísimo Cary Grant), que querían mostrar una sonrisa perfecta, aunque entonces no era posible fijarlas permanentemente al diente, de forma que al principio sólo se llevaban mientras se filmaba alguna escena. Hoy en día tanto personalidades de la vida pública y medios de comunicación como gente de a pié, acuden a esta técnica para conseguir una sonrisa atractiva.

Existen 2 tipos de carillas:

  • Porcelana: Con un gran poder de adhesión, resistencia a la abrasión y gran sensación estética. No se desgastan con el tiempo, no pierden el brillo y mantienen intacto su color. Una vez cementadas, el paciente puede comer con normalidad. Su principal inconveniente es que en ocasiones hace falta reducir ligeramente el esmalte. Además son más caras y requieren al menos 2 sesiones.
  • Composite: Se realizan con el material con el que se hacen los empastes, por lo que presenta el inconveniente de que con el paso del tiempo se deterioran, pierden el brillo y se oscurecen. Tienen la ventaja de ser más económicas y conservar íntegro el esmalte. Además se realizan en una sola sesión.

La duración de estos ‘implantes’ es de unos 12 años, aunque hay que tener en cuenta los hábitos de la persona. Además, si en alguna ocasión se sufre un fuerte golpe en la boca o se muerde algo duro, alguna carilla puede fracturarse o descementarse. Si la carilla únicamente se descementa y no se daña,  es posible volverla a adherir. Si se rompe, sencillamente se vuelve a hacer otra en pocos días. Mientras se confecciona la nueva carilla, se coloca otra carilla provisional de composite.

Su coste ronda los 150 euros  si son de composite y unos 550 euros las de porcelana.

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