Beber y vivir

Un acto como beber, que es una necesidad vital, pare haberse convertido también en una en una moda y muchas personas, sobre todo mujeres, van por todas partes y a todas horas cargadas con su botella de agua. Sin embargo, esto llama a engaño, ya que en muchos casos no se bebe lo suficiente, y paradójicamente son las mujeres las que menos líquidos consumen, de forma que, según los datos del último Estudio sobre hábitos de hidratación de la población Española del Observatorio de Hidratación y Salud (OHS)el 60% de la población femenina bebe menos de lo que necesitaría.

Las necesidades de ingerir líquido varían según la edad, el sexo, la actividad física o las condiciones del ambiente (temperatura y humedad). En líneas generales las mujeres, como término medio, necesitan 2,7 litros(2,2 litros de bebidas) para mantener su cuerpo hidratado, mientras que los hombres necesitan unos 3,7 litros (3 de bebidas). Esa cantidad puede aumentar en situaciones, como cuando hay altas temperaturas o al realizar un esfuerzo físico intenso.

Para conseguir una adecuada hidratación lo principal es beber líquidos y para que esto no se haga dificultoso lo mejor es variar las bebidas todo lo posible, abarcando, por ejemplo, infusiones, refrescos, zumos, lácteos…Pero además es importante incluir en nuestra dieta alimentos ricos en agua.

El cuerpo humano pierde líquidos constantemente y es vital mantener el equilibrio hídrico de nuestro cuerpo, de modo que debemos aportar a nuestro organismo tanto líquido como perdemos. Y es que la hidratación es fundamental para la salud, ya que interviene en múltiples funciones fisiológicas como la digestión, la respiración o la termorregulación, y afecta al rendimiento físico y mental. La deshidratación tiene consecuencias como el cansancio, dolor de cabeza, dificultad de concentración, malestar general, calambres musculares, nauseas, aumento del ritmo cardiaco, o el empeoramiento tanto de la hipotensión como de la hipertensión, además de agravar algunas enfermedades. La piel es muy sensible a la deshidratación. Contiene alrededor de un 70% de agua, lo que supone entre un 25 y un 35% del total de la que hay en el organismo. Pero estos niveles hídricos se pierden fácilmente. Condiciones climáticas como el frío, la sequedad, el calor intenso, la polución, la calefacción, el aire acondicionado, etc. influyen de manera decisiva en la piel, causándole un constante deterioro.

No hay que olvidar que incluso en situaciones en las que hacemos ‘simplemente’ un esfuerzo mental perdemos líquido, al igual que en otras situaciones más o menos cotidianas en las que se pierden más líquidos de lo habitual y de las que generalmente no somos conscientes. Por ejemplo si estamos en una estancia con calefacción, mientras realizamos las actividades domésticas o al ir de compras. Además de estas situaciones más habituales también hay que prestar especial atención a los momentos más concretos en los que aumenta el riesgo, como al hacer deporte (hay que beber antes, durante y después del mismo, durante el embarazo y la lactancia. Un momento especialmente delicado es ya en la senectud, ya que en esta etapa se tiende a beber menos como consecuencia del deterioro del mecanismo de regulación térmica, la pérdida de la sensación de sed y otras circunstancias específicas de esta etapa, a lo que hay que sumar el hecho de que, según han indicado los expertos en el II Congreso de la

Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD), los mayores necesitan ingerir 45 mililitros más de líquido por cada kilogramo de peso, frente a los 35 necesarios en los adultos más jóvenes.

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