Las aerolíneas de bajo coste irrumpieron en el mercado con una oferta inédita: a cambio de prescindir de ciertas comodidades y servicios, podía volarse con ellas sustancialmente más barato que hasta entonces. Y dado que raros son los viajes de placer que se hacen en aeroplano, recibieron una respuesta en algunos casos hasta abrumadora.
Aunque cada compañía mantiene sus propias políticas, existen una serie de rasgos que varias de ellas comparten: no sirven comida caliente a bordo, no emiten más que billetes electrónicos, sólo existen asientos de clase turista, acostumbran a utilizar aeropuertos secundarios o pistas alejadas de la terminal y cobran por facturar maletas. Estas medidas sirven para abaratar sus gastos y así mantener una estructura de precios muy competitiva. En ocasión tanto como hacer promociones como las de billetes regalados o por 0,99 Euros que han servido de reclamo a Ryanair.
Sin embargo, en un sector de tanto riesgo empresarial como el aeronáutico la supervivencia de este tipo de compañías no ha sido sencilla y algunas han acabado despareciendo, fundiéndose en otras o teniendo que afrontar graves pérdidas como es el caso actual de Vueling.
Pero de cualquier modo, y con las particularidades arriba descritas, algunas de las cuales, por otro lado, han acabado siendo asimiladas por las aerolíneas convencionales, los vuelos de bajo coste son una de las mejores opciones para desplazamientos por Europa. Sobre todo si pueden adquirirse los billetes con bastante anticipo, hecho que siempre redunda a favor de nuestro bolsillo. Además, por una vez, los habitantes de pequeñas ciudades y capitales de provincia podrán dar envidia a los metropolitanos gracias a que muchas veces las mejores y más amplias ofertas suponen la partida desde sus aeropuertos.
En el momento presente, además de las dos ya mencionadas, se mantienen operativas en nuestro suelo la británica EasyJet, Germanwings, Airberlin o Clickair, al socaire de su matriz Iberia, entre otras.