Aromas sin par

Serge Lutens es la perfecta imagen del hombre hecho a sí mismo, del personaje dinámico, versátil y con empuje que ha saltado de disciplina a disciplina, en su inquietud por reflejar y realzar la belleza femenina.

Aprendiz de peluquero en su adolescencia en Lille, pronto se hizo un sitio por su audacia, sus cortes a tazón, su gusto por el maquillaje atrevido y la inventiva con la que daba respuesta a una clientela de provincias con ganas de no quedar al margen de lo que sucedía en París.

Sin embargo, fue él quien al poco de cumplir los 21 años se marchó a la capital francesa y de la moda, donde con su natural descaro e ingenio, consiguió ser contratado como responsable de peinados y accesorios del número especial de Navidad de la Revista Vogue. El éxito fue tan indiscutible que allí paso su primera juventud. Pero su peculiar sensibilidad para los afeites le hacía estar llamado a metas más altas: algún tiempo después Dior le escogió para crear la primera gama de maquillaje del mundo.

Lutens siempre cuenta que en su búsqueda de colores y esencias pocas cosas le marcaron más que un viaje a Marruecos, país en el que acabó adquiriendo una casa y que le ha servido de constante inspiración. Sobre todo después de que en 1980 la marca japonesa Shiseido le ofreciera la responsabilidad global de su imagen de marca.

Esto le llevo a interesarse por los perfumes, a formarse en tan difícil disciplina primero de la mano de otros especialistas que concretaban sus ideas y ya más adelante con su propio criterio. Y desde un buen comienzo, optó por esencias de una personalidad muy acusada, de una rara suntuosidad que no desdeña el artificio, siempre arrebatadas de alegre imaginación, sin rehuir soluciones complejas y pensadas para mujeres de miras abiertas.

Sin ir más lejos, su estreno en el campo de la alta perfumería “Nombre Noir” resultó incomprendido y desapareció de las estanterías al poco de su salida a la venta. Pero no desistió y una década después “Feminité de Bois” creó revuelo y conmoción. Y fue el cimiento de su fama de artesano paciente, de inventor capaz de pasar años hasta alcanzar la forma buscada. Muchas veces con una sola nota muy singular como punto de partida. La depuración –Lutens se caracteriza por usar muchos menos ingredientes de los habituales en los perfumes comerciales corrientes- y su larga duración son otras de sus señas de identidad. Tan peculiares son sus fragancias de autor que incluso ha tenido que formar su propias divisiones olfativas: suntuosos, aguas antiguas, amaderados, flores nobles…

Hay quien tilda a sus perfumes de difíciles y elitistas, con ecos arcaicos y a contracorriente de los gustos convencionales. Algunos de ellos solo se venden en su tienda de París. Otros, en principio más accesibles, también se hacen para la exportación. Todos van en un frasco de gran sobriedad, con una sencilla etiqueta con su nombre, a menudo con resonancias de ese oriente de leyenda que cautiva a su autor: “Cuir Mauresque”, “Fumerie turque”, “Ambre Sultan”, “Sa Mageste la rose”, etc.

Los precios son elevados, pero tampoco descabellados para un producto nada adocenado, que a veces ha tardado hasta 7 años en cobrar vida: Entre 80 y los 110 euros de media por 50ml de una extraña, intensa e irrebatiblemente original magia aromática. Porque si algo es cierto es que la obra de Lutens no acostumbra a dejar indiferente. Repele a algunos…pero a otros los embruja sin remedio.

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