A toda vela

En esta estación –sin consuelo especialmente para los que se hayan quedado tierra adentro- resulta irresistible la idea de la navegación, de sentir la brisa marina y dejarse dorar el lomo al sol de las islas mientras se inspecciona el horizonte resplandeciente del océano

Pero puestos a hacerlo con todo el espíritu de aventura y romance que siempre ha de sentirse al hacerse a la mar, mejor ahorrarse yates horteras y otras chalupas dudosas y embarcarse en algún precioso velero de evoque con sus vergas y jarcias de los tiempos dorados del arte náutico anteriores al motor y los sistemas de radar.

No hace mucho, por ejemplo, salió a la venta toda una oportunidad: el Regina, empleado en la filmación de la última película de James Bond, al módico precio de 14 millones de dólares. Una goleta de 56 metros pero con unos camarotes que no desmerecen a los de ningún hotel de lujo.

Quienes no estuvieran seguros de hacer tal desembolso sin antes probar que la nave era marinera, siempre existía la oportunidad de alquilarlo por 120.000 dólares a la semana a la misma compañía que también pone a nuestro alcance otras bellezas más modestas como el Take it easier o el Queen of Karia.

No es la única compañía que ofrece de alquiler veleros de primera clase que ofrecen grandes opciones para gente de bolsillo desabrochado: Y.CO pone sus modelos Elena, PanThalassa, Vertigo o Thalima, con tripulaciones avezadas a navegar los siete mares y con las comodidades propias de los establecimientos más lujosos. Como puede fácilmente intuirse en el enlace de cualquiera de estas naves, hablamos de obras de artesanía únicas, facturadas por maestros astilleros, que recorren laa superficie marina con toda la elegancia de tiempos ya casi desvanecidos.

Pero aquellos apasionados por la vieja navegación y que no dispongan de tantos efectivos como para hacerse con los servicios de una de estas bellezas tampoco han de renunciar completamente a ellas. Existen por ejemplo compañías especializadas en cruceros en clippers con singladuras entre puertos caribeños o islas del Egeo, que nos retrotraen a épocas heroicas de comercios y filibusterías, y que no suponen que acabemos completamente desplumados. Un capricho caro, pero posible con un poquito de empeño. ¿Alguien se sube a bordo?

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