Hablar de personas formadas, alfabetizadas es hablar de ciudadanos formados y capaces de valorar y tomar decisiones. Desafortunadamente mucho de los mayores de hoy en día vivieron unos tiempos de guerra y pobreza en los que la educación no estaba al alcance de la gran mayoría o en el mejor de los casos abarcaba tan sólo los primeros años de la infancia. Muchos de aquellos niños que entonces no tuvieron la oportunidad de ni siquiera aprender a leer y escribir, en estos años han podido recuperar parte de aquel tiempo perdido gracias a programas de formación de adultos que ahora también parecen que están a punto de desaparecer por los recortes a los que parece que aboca esta crisis.
Desde el sindicato de CC.OO. se dice que la Consejería de Educación y Empleo de la Comunidad de Madrid quiere evitar la matriculación de las personas mayores de 64 años en las Enseñanzas Básicas para el próximo curso 2012-2013, afectando desde la alfabetización hasta la Educación Secundaria. Además, según el sindicato, la Consejería también tendría la intención de suprimir la Red de CEPAs (Centros Públicos de Educación de Personas Adultas).
En el caso de que finalmente se llevasen a cabo estas restricciones sobre la educación de adultos el ejecutivo madrileño estaría incumpliendo con toda una serie de normas y directrices tanto de ámbito nacional como internacional, desde la propia Constitución española hasta directrices internacionales en las que se recogen el derecho al aprendizaje a lo largo de la vida. La propia Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) reconoce la necesidad de asegurar una “educación fundamental”, considerando así “aquella clase de educación que se propone ayudar a niños y adultos que carecen de las ventajas de la educación formal, para que comprendan los problemas de su entorno inmediato así como sus derechos y deberes como ciudadanos e individuos, y participen más eficazmente en el progreso económico y social de su comunidad”.
Según la UNESCO (1958) una persona alfabetizada es aquella “capaz de leer y escribir, comprendiéndolo, un enunciado simple de la vida cotidiana”. Esta definición aún hoy es válida si tenemos en cuenta que el concepto y las realidades de la lectura y la escritura han evolucionado y que la vida cotidiana de la gente ha cambiado en gran medida, volviéndose mucho más compleja y por tanto requiriendo mucho más trabajo que la alfabetización elemental.
