El minuto más largo

El tiempo ha sido materia de estudio de filósofos y físicos desde los principios de la civilización. Su misma naturaleza y la forma de medirlo con precisión ocupó a griegos, egipcios o caldeos, y la invención del reloj de arena o la clepsidra cambió de forma trascendente la concepción y organización de la vida de esos pueblos.
Luego, la búsqueda a lo largo de los siglos de mayor exactitud desembocó en el dispositivo que hasta hoy parece definitivo: el reloj atómico.

Su irrupción supuso un cambio radical de concepción, pues hasta entonces la escala del tiempo iba asociada a rotación de la Tierra. Sin embargo, esa rotación no es uniforme y requería ajustes. El reloj atómico, en cambio, se desvincula de la referencia a ese fenómeno astronómico y el segundo pasa a ser definido de forma distinta.

El tiempo atómico, por ejemplo, se emplea en los sistemas de navegación y geoposicionamiento por su precisión y estabilidad. El que fija nuestros horarios, no obstante, llamado tiempo civil o tiempo universal coordinado (UTC), es una especie de armonización de ambos tiempos –astronómico y atómico- que presenta un pequeño contratiempo: la diferencia entre ambos se incrementa hasta hacer necesario el periódico añadido de un segundo llamado intercalar. Y así, el año que para la correcta alineación se necesita, como el actual, tiene un segundo más.

Un grupo de trabajo de la Unión Internacional de Telecomunicaciones ha hecho la propuesta de acabar con esos segundos intercalares y sustituirlos por el añadido de una hora cada 600 años aproximadamente. Además, se terminaría con el sistema mixto y las oscilaciones de átomos de cesio serían el único patrón. Sin embargo, esta modificación requiere de una amplia mayoría entre los miembros del organismo y el posterior
acuerdo en la conferencia Mundial de Radio de 2011. Así que, hasta entonces por lo menos, seguiremos con segundos de pufo. Lo que significa que si este año se te hace más larga la espera por las uvas, no se trata de un error: el retraso es premeditado.

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