Centroeuropa, de elecciones

Con una participación en la que apenas se ha llegado al 50%, el líder del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ), Heinz Fischer, ha conseguido ser reelegido presidente de Austria con el 79 por ciento de los votos, mientras que la ultraderecha, con el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), ha visto frustradas sus expectativas al alcanzar el 16% de los votos, cuando esperaba obtener hasta un 35 por ciento e incluso las encuestas auguraban en torno a un 20%. No obstante, con estos resultados la ultraderecha es la segunda fuerza más votada por los austriacos, seguida por los conservadores de Rudolf Gehring, que han conseguido el apoyo del 5,4% del electorado.

Estas elecciones han servido de calentamiento para las gubernamentales que tendrán lugar en el mes de septiembre, en las que la extrema derecha pretende, a pesar de la minoría de votos, alcanzar los votos suficientes que le permita asociarse en coalición.

Por su parte Hungría ha celebrado elecciones legislativas en las que el partido de centro-derecha Fidesz, liderado por el carismático Viktor Orban (quien ya fue primer ministro de 1998 a 2002), ha logrado una amplia victoria gracias a la cual va a poder contar con dos tercios de los escaños del Parlamento, una victoria que no tiene precedentes en los 20 años de democracia húngara.

La segunda fuerza política que estará presente en el parlamente húngaro es el partido socialista MSZP, con 59 escaños, y a continuación los radicales de Jobbik (Movimiento para una Hungría Mejor), que se han hecho con 47 escaños (por primera vez tendrán representación parlamentaria) al multiplicar por ocho sus resultados del 2006 esgrimiendo abiertamente un abanico de ideas xenófobas y  ultranacionalistas como el rechazo a gitanos, homosexuales y judíos.

El mapa parlamentario queda completo con los 16 escaños de la izquierda ecologista del LMP (Otra Política es Posible).

Es de suponer que la mayoría absoluta permita a Fidesz llevar a cabo sus promesas electorales como la de conceder la doble ciudadanía a los húngaros residentes en los países vecinos, intentar hacer más eficiente el sistema de gobiernos locales, bajar los impuestos y negociar un nuevo acuerdo de préstamo del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la UE.

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