Da igual los años que pasen, el mundo no puede olvidar lo que los nazis hicieron a miles, millones de personas inocentes.
Aún quedan cerca de 300 supervivientes del dolor y la masacre de esa época. Muchos siguen callados porque fue tanto y tan cruel lo que vivieron que piensan que nadie podría creerles. Pero su silencio habla más que el más desgarrador grito.
Sus ojos, tristes y ojerosos cuentan la historia de miles de prisioneros que fueron sometidos a trabajos forzosos, maltratos, hambre, gente a la que utilizaron como experimento de laboratorio, a los que ejecutaron a tiros, a los que asesinaron en cámaras de gas o torturaron sólo por el hecho de ser polacos, gitanos, homosexuales o prisioneros de guerra soviéticos. Excusas absurdas, al fin y al cabo, las de los nazis para matar personas e imponer su ley.
Y precisamente hoy, 27 de enero, se cumplen 70 años desde que el Ejército Rojo liberara a 7 mil prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz. Un lugar a 70 kilómetros de Cracovia donde los nazis mataron a 1´1 millones de personas y que por ello, es símbolo del Holocausto.
Siete décadas desde que los alemanes, a punto de perder la Segunda Guerra Mundial, intentaran quemar todos los archivos de esa crueldad, volaran crematorios para no dejar rastro de sus matanzas indiscriminadas y se llevaran a 56 mil prisioneros en las conocidas ”marchas de la muerte” para dejar el menor número de pruebas posibles en Auschwitz. Aún así, cuando los soviéticos entraron en este campo de concentración encontraron a 7 mil supervivientes, un millar de cadáveres amontonados y más de 500 muertos diseminados.
Por eso, una docena de jefes de Estado (de Francia, Alemania, Polonia, Ucrania…) rinden hoy homenaje a los más de 1,1 millones de hombres y mujeres que murieron en Auschwitz y a los 7 mil que quedaban con vida aquel 27 de enero de 1945 cuando entraron los soviéticos a rescatarles… parece que el Presidente Putin no estará en este homenaje, y hay quien ve la noticia en este dato.
Pero hoy, los verdaderos protagonistas son ellos, los que murieron en Auschwitz y los supervivientes. Esos héroes a los que truncaron sus vidas y asesinaron a sus familias y esos otros que reconstruyeron su vida con los traumas y las secuelas físicas y psicológicas del que es considerado el peor crimen de la historia.
No hay palabras suficientes para describir Auschwitz, ni el resto de campos de concentración de la Alemania nazi. No hay letras para expresar el desgarro y el dolor de las atrocidades que allí se cometieron. Por eso, en silencio o con palabras, el mundo no puede olvidar lo que simboliza Auschwitz. Pasen 70 años o un millón, porque las vidas de todos estos inocentes deben servir, al menos, para que nunca se vuelva a repetir este horror.
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