El ADN, una obra de arte

Una consideración de obra de arte, muy extendida en los últimos tiempos, como todo aquello que sea novedoso, sorprenda e impacte al público hasta el punto de valorarse como única, para lo bueno y lo malo, lleva, en ocasiones, a la extravagancia más absoluta. Después de que la organización canadiense DNA II expusiese cuadros realizados a partir del ADN de anónimos, han proliferado en Estados Unidos las empresas que toman nuestra información genética como producto a vender.

Nuestro salón o cualquier habitación de la casa pueden estar presididos por la obra de arte única e irrepetible que es el esquema de nuestro ADN. Si queremos que así sea solo deberemos elegir el tamaño y color de tan original cuadro, nos enviarán a casa un kit para recoger muestras del tejido interior de la boca, se envía a un laboratorio que, tras sacar nuestro código genético crea su imagen.

Este negocio se está haciendo tan popular y la competencia entre las empresas que ofrecen este servicio tan fiera que las propuestas para customizar nuestro ADN son numerosísimas. La compañía neoyorquina DNA Art Forms incluye en los cuadros de ADN, pinceladas sobre la personalidad de sus clientes sacadas de conversaciones con los mismos durante el proceso de creación.

Sin embargo, el ADN está dando mucho de sí en el mundo de los negocios. Además de ser fuente de inspiración artística, es muy útil para conocer cuáles fueron nuestros antepasados. Hasta la Red han llegado este tipo de empresas que aseguran ser capaces de retroceder miles de años en la genealogía de cada uno para ver si es descendiente de Cristóbal Colón, María Antonieta o Guillermo el Conquistador.

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