Miles de abuelas, mayores de 65 años, cuidan de sus nietos, de su hogar y, además, ayudan en la economía familiar. Situaciones cada vez más comunes en nuestro día a día pero que tienen sus consecuencias negativas en nuestra salud.
Muchas de nosotras nos vemos sometidas, casi sin darnos cuenta, a altos niveles de estrés, agotamiento físico y mental, y a una elevada sobrecarga de actividades, que aunque aún somos jóvenes y nos vemos capaces de realizarlas empiezan a afectarnos tarde o temprano y se manifiestan en cuadros de ansiedad, falta de concentración, dolores de cabeza, tristeza, etc.
Está claro que la sintomatología de este ”síndrome de la abuela esclava” es confusa, ya que suele empezar de forma moderada, pero poco a poco podemos llegar a tener fuertes depresiones, agotamiento crónico, hipertensión arterial, sofocos, taquicardias, mareos, dificultades respiratorias, hormigueos en brazos y piernas, etc.
Diagnosticar todo esto no es una tarea sencilla, porque en muchos casos, somos nosotras mismas las que nos negamos a aceptar la realidad y creemos que todas esas dolencias nos vienen por la edad o por otras cuestiones. Tampoco es fácil para un médico, porque al fin y al cabo, él no sabe cuáles son nuestras preocupaciones del día a día ni aquello que nos agobia o nos estresa y esto complica aún más las cosas.
Así que si eres una de esas abuelas todoterreno que no tienen ni un minuto al día para ellas mismas, relájate, descansa, deja a un lado el sentimiento de culpa y la baja autoestima y piensa que existe una gran diferencia entre disfrutar de los más pequeños, cocinar para nuestros hijos o nuestro marido y echarles una mano de vez en cuando a que esto se convierta en una obligación.
Nuestra salud es lo más importante y de nada nos serviría perderla por tener demasiadas responsabilidades familiares, ¿no crees? Echar una mano está muy bien, pero los excesos, en esto como en casi todo, no son buenos.