Y lo dice un estudio realizado por el Sam and Rose Institute for Research on Aging (Universidad de California en San Diego) que ha examinado a 500 voluntarios de edades comprendidas entre los 60 y los 98 años y de los que se obtiene que la felicidad depende más de tener una actitud positiva ante la vida que de una buena salud.
Para llegar a estas conclusiones, se les pidió a los participantes, entre otras cosas, que evaluaran su envejecimiento en una escala del 1 al 10. La media obtenida de esta valoración fue un 8´4, un dato que desvela una actitud positiva por parte de los entrevistados que, además, no siempre lo asociaban a una buena calidad de vida en la vejez.
La sorpresa de los investigadores fue precisamente que aquellas personas que consideraban que estaban envejeciendo bien y eran positivos ante esta etapa de la vida, no siempre eran los que tenían mejor salud, es más, muchos habían padecido o padecían enfermedades como el cáncer, la diabetes, fallos cardiacos, etc.
Evidentemente, la genética, un buen estado físico, una correcta alimentación, dormir al menos 8 horas al día, ejercitar nuestra mente, etc. son el complemento ideal a vivir con positividad. Por eso, independientemente de la edad o los achaques que tengamos las personas optimistas nos vemos más jóvenes y activas y transmitimos nuestra felicidad a los que nos rodean.