Las otras lenguas

Uno de los rasgos más determinantes y también más amenazados de este mundo nuestro es su fabulosa diversidad, ya sea natural o cultural. El caso de las lenguas es uno de los más reveladores, porque da la medida de la desbordante riqueza del planeta, de su fecundidad y maravillosa heterogenia: existen entre 4000 y 6000 distintas, sin contar las que se han ya extinguido. Basta echar un vistazo a la web de Ethnologue (www.ethnologue.com) para hacerse una idea. Un patrimonio alucinante que lingüistas y activistas de todo el mundo tratan de preservar y que, por lo que su abandono supone de empobrecimiento radical e irreversible, merecería toda la protección de los gobiernos y organizaciones internacionales.

Pero cuando se deciden a estudiar una nueva lengua, la gran mayoría de personas se decantan por aquellas más extendidas y con mayor número de hablantes: inglés, francés, castellano o alemán (y últimamente ruso, árabe o chino). Necesidades académicas y laborales o consideraciones de utilidad mandan. Mas también hay un grupo de irreductibles, con enorme curiosidad por todo lo pequeño y lateral, que se aventuran a iniciarse en otras lenguas más minoritarias. Posiblemente no les sirvan para hablar con tanta gente ni para acceder a tantos materiales, pero tienen la contrapartida de permitir el conocimiento de culturas ignoradas y de ser acogidos con calidez y aprecio en las comunidades de quienes las componen.

Las opciones son casi ilimitadas y páginas web como word2word (www.word2word.com) facilitan cursos gratuitos online de lenguas antaño inabordables. También existen cursos de autoaprendizaje que reparan en esos idiomas. Es el caso de Linguashop (www.linguashop.com) o de Teach Yourself (www.teachyourself.co.uk/language.htm) (exclusivamente en inglés). Además, gracias a Internet, ya casi cualquier lengua tiene su espacio en la red y es posible leer documentos en ellas. La wikipedia es un excelente ejemplo de ello.

La oferta es abrumadora y lo más difícil es escoger: desde lenguas gaélicas como el córnico o el manx, que hoy tratan de renacer en las islas británicas, al occitano, la que fuera habla de los trovadores medievales. O bien lenguas que aunque reconocidas en algunos estatutos, no gozan de oficialidad plena en España, Italia u Holanda –por poner tres ejemplos-: el asturleonés, el aragonés, el frisio, el sardo, el friulano, etc. Y, por qué no, las menos conocidas de nuestros socios europeos: finés, romanche, rumano, maltés, lituano… Todo sin salir de Europa, porque a la que abandonamos el continente el asunto se desborda. Como mínimo, los idealistas siempre podrán aferrarse al esperanto, con el deseo de que algún día alcance su destino de segunda lengua universal mientras se conserva la propia.

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