Si aún necesitas un motivo contundente para retomar el gimnasio o las clases de baile que dejaste aparcadas antes de Navidades, te recomendamos que lo hagas en nombre de tu cerebro. Porque ya está más que demostrado que el ejercicio físico reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, fortalece los huesos, reduce el estrés, etc. Sí, pero hasta ahora desconocíamos que también protege el cerebro del Alzhéimer. Habíamos hablado anteriormente de que existían una serie de investigaciones previas que sugerían que deporte y actividad física mejoraban las habilidades cognitivas e incluso ralentizaban la progresión de la demencia; pero lo que aún no se conocía era el vínculo entre la actividad física y la enfermedad de Alzhéimer. La clave de todo está en la hormona irisina, según una investigación reciente publicada en la revista «Nature Medicine».
La irisina, una hormona producida por los músculos al hacer ejercicio físico, protege del deterioro cognitivo causado por el alzheimer, según, como decimos, concluye una investigación realizada en ratones y liderada desde la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil), la Universidad de Queen en Kingston (Canadá) y la Universidad Columbia en Nueva York (EE.UU). La irisina, conocida como la «hormona del ejercicio», se segrega en mayores cantidades durante la práctica de deporte. Al ejercitarse el tejido muscular, se libera irisina que entra en circulación en el organismo y es capaz de mejorar la capacidad cognitiva.
En 2012 se descubrió que actúa como mensajera entre los músculos y la grasa y que ayuda a quemar calorías durante y después del ejercicio. Su papel ayuda a explicar por qué la actividad física protege frente a la obesidad, la diabetes y otras alteraciones del metabolismo.
Los investigadores liderados desde la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Universidad de Columbia han detectado que el cerebro de personas y ratones también produce irisina. Según la publicación en la revista Nature Medicine, con la edad aumenta la cantidad de irisina que produce el cerebro, en concreto la zona conocida como hipocampo, que está implicada en el aprendizaje y la memoria. Sin embargo, en pacientes humanos y ratones con alzheimer, la irisina generada en esta región disminuye drásticamente. En experimentos en ratones con alzheimer, los autores han demostrado que la práctica de ejercicio físico –en este caso, nadar– aumenta los niveles de irisina en el hipocampo, protege frente a los daños que causa la enfermedad en las neuronas y estimula los mecanismos de formación de recuerdos. Sin embargo, si se bloquea la capacidad de producir irisina en esta región del cerebro, la actividad física pierde su efecto protector sobre la memoria, lo que demuestra que la hormona es necesaria para que se produzca este beneficio. Por otra parte, en los animales con alzheimer, estimular la producción de irisina fuera del cerebro simula el efecto protector del ejercicio físico.
“Nuestro estudio demuestra que la irisina media el impacto beneficioso del ejercicio en la memoria y ofrece una nueva explicación de cómo el ejercicio regular puede reducir el riesgo de alzheimer”, declara Fernanda de Felice, codirectora de la investigación desde la Universidad de Queen y la Universidad Federal de Río de Janeiro. “Es importante hallar medicación efectiva para los pacientes que ya no pueden hacer ejercicio y nuestro trabajo muestra que la irisina es prometedora”. La coordinadora del estudio afirma que aún queda un camino largo por recorrer, pero aventura que ese medicamento potencial capaz de imitar los efectos del ejercicio y aumentar los niveles de irisina, «tendría pocos efectos secundarios». «Es una molécula producida de manera natural por el organismo humano», argumenta. El hallazgo es importante porque puede allanar el camino hacia nuevas estrategias terapéuticas que sirvan para mitigar el deterioro cognitivo en pacientes con alzhéimer. El fármaco se convertirá en la mejor ayuda para los enfermos de alzhéimer o personas con edad avanzada que ya no pueden hacer ejercicio de forma adecuada.
Y entretanto, el mejor consejo a cualquier edad es aumentar la actividad física. Es vital difundir la idea de que el ejercicio no es solo bueno para nuestros músculos, huesos y el corazón; también lo es para el cerebro. Es una estrategia óptima para protegerse y ayudar a tratar la demencia.