Baile de letras

Aunque muchas veces sólo se repare en su componente utilitario y comunicativo, la lengua y las palabras tienen muchas otras dimensiones. Proveen de valiosas informaciones históricas y culturales por su evolución y cambio de sentido, sirven para el deleite formal en sus combinaciones, como en muchos ejercicios poéticos y literarios, y son hasta una herramienta de diversión. Muchos chistes se basan en puros juegos de palabras, y no otra cosa que eso son los crucigramas, los ahorcados y demás pasatiempos enigmísticos.

Y no es una afición tan inusual la de mucha gente que se entretiene leyendo el diccionario o descubriendo significados arcaicos o vocablos en desuso, expresiones curiosas o tropos hermosos.

También es común que los mayores hayamos contribuido a menudo en la recolección de léxicos dialectales, pues hemos sido el receptáculo de palabras heredadas de nuestros mayores y que se han conservado vivas en nuestra generación, sin que a veces hayan pasado a la siguiente. Motivo que hace que los de más edad acarreemos una gran responsabilidad en la transmisión del legado de nuestras diversas lenguas.

Menos solemne, pero igualmente estimulante y divertida es la elección de palabras hermosas que ha sido objeto de varios concursos públicos en tiempos recientes. El año pasado, a iniciativa del Instituto Cervantes, internautas de 94 países propusieron sus vocablos favoritos del español. Ya un poco antes, en 2006, la escuela de escritores de Madrid había buscado la más bella de las castellanas en un certamen que tuvo amplia difusión, aceptación pública y participación de notables personalidades del mundo de las letras o la política.

Por su significado, rareza o eufonía, algunas como chapuza, bregar o malevo en la última convocatoria, y otras como siesta, urdimbre, resplandor, mochuelo o ultramarinos en la anterior, estuvieron entre las más votadas.

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