Zaragoza en ‘El Pilar’

Ayer se celebró en España, y en toda América Latina, el Día de la Hispanidad -en algunos países conocido como Día de la Raza- una fiesta que conmemora el avistamiento de tierra americana de Rodrigo de Triana, uno de los marineros bajo el mando de Cristóbal Colón. Durante esta fiesta celebramos los puntos en común y los vínculos que existen entre todos los países hispanos, aunque en algunos lugares -como es el caso de Venezuela, donde la fiesta ha cambiado su nombre para llamarse Día de la Resistencia Indígena- se conmemora todo lo contrario. El mismo día en que los marineros españoles desembarcaban en Guanahani se celebraba en Zaragoza el Día del Pilar; una antiquísima fiesta que conmemora la que se considera como la única aparición de la Virgen María antes de su asunción. Aprovechando esta fecha, es una idea excelente viajar a Zaragoza, asombrarse con la ofrenda floral -una romería tras la que se le realiza a la “Pilarica” un enorme manto de flores- y disfrutar del amplio elenco de actividades culturales que ofrece la ciudad durante sus días festivos más celebrados del año.

Basílica del Pilar

Teniendo en cuenta que desde muy antiguo Zaragoza ha estado ligada al culto mariano -así lo demuestran los vestigios arqueológicos- no podemos sino empezar nuestra visita por la Basílica del Pilar que, es sin duda, el monumento artístico más conocido de la ciudad. En su interior se venera el pilar donde se apareció la Virgen para alentar a Santiago y a Juan en su labor evangelizadora por la Península Ibérica; pero también podemos encontrar, colgadas en una de sus paredes, las dos bombas que sobre el templo se lanzaron durante la Guerra Civil Española y que jamás llegaron a explotar. Se trata de un templo ecléctico, con aditamentos de distintas épocas que más que por su belleza, atrae por el fervor de las gentes que a él se acercan.

Catedral de San Salvador

En cuanto a belleza, uno de los templos más llamativos de la ciudad es “la Seo” o Catedral de San Salvador. Su historia se remonta a época romana, ya que está emplazada sobre uno de los templos de la antigua Caesaraugusta, más tarde convertido en Iglesia Visigoda -durante la ocupación musulmana, en mezquita- y, finalmente, en Catedral. En su mayor parte data del siglo XVI y es uno de los más espléndidos ejemplos de arquitectura mudéjar de la ciudad; con una virtuosa decoración exterior realizada únicamente mediante un excepcional manejo del ladrillo. Otras bellísimas torres mudéjares -consideradas Patrimonio Artístico de la Humanidad- son las de las iglesias de la Magdalena, San Pablo, San Miguel y San Gil. Conviene no pasarlas por alto y detenerse a mirarlas, aunque sea de lejos, si se va de visita a la ciudad.

La Aljafería

Y es que la influencia musulmana se percibe en muchos rincones de esta encantadora ciudad, donde incluso se conserva uno de los ejemplos más bellos de arquitectura civil de época taifal: la Aljafería. Construido en el s. XI este palacio fortificado se conserva en muy buen estado y es una estupenda prueba de la continuidad artística entre el Arte Omeya y el Hispanomusulmán, así como de su posterior influencia en el arte almorávide y almohade, tanto de la Península como del Magreb. Espléndidas yeserías y asombrosos techos realizados minuciosamente en ataurique sorprenden a cualquier visitante que no suele esperar encontrar en Zaragoza muestras de arte Hispanomusulmán comparables a la mismísima Alhambra.

La Lonja

Para completar el recorrido por la ciudad, conviene también visitar la Lonja (1551); un curioso ejemplo de arquitectura civil, en el que el gótico mediterráneo de las cubiertas contrasta con las influencias del quatroccentismo florentino, muy visibles en la fachada. No hay que olvidarse tampoco de los ya mencionados orígenes romanos de esta urbe, cuyos vestigios se conservan a buen recaudo en la llamada “Ruta de Caesaragusta” que consiste en la visita del Museo del Puerto Fluvial, el  Museo de las Termas y el Museo del Teatro Romano (uno de los mayores conservados en lo que fue “Hispania”). Y, entre visita y visita, nada mejor que degustar unas buenas madejas y una longaniza de Fuentes en la zona de “el tubo” y, de postre, olvidaros de las archiconocidas frutas de Aragón; mejor, un buen turrón de guirlache. Y si todavía os quedan ganas de más, una buena opción es visitar lo que queda de la Expo, poniendo especial atención en el genial edificio proyectado por Zaha Hadid

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