Una ciudad, mil posibilidades

Si la semana pasada hablábamos de Venecia, hoy también lo hacemos de una ciudad famosa por sus canales. A medio camino entre Brujas y Bruselas, nos encontramos con Gante, uno de los enclaves más sorprendentes del norte de Europa. Se trata de una ciudad dinámica que goza de un animado ambiente, gracias a haberse convertido en uno de los centros industriales y universitarios más reseñables de Bélgica, pese a lo cual ha conseguido no sólo conservar, sino también potenciar, su exquisito patrimonio artístico.

El emblema de la ciudad son las tres torres que enseguida se reconocen en su skyline: el campanario de la Catedral de San Bavón, la Atalaya o Belfort y la torre de la Iglesia de San Nicolás. Las mejores vistas de estos tres macizos del Medievo se abren paso desde el famoso Puente de San Miguel,  un lugar imprescindible para todos los visitantes de la ciudad, no por su arquitectura, sino por las excepcionales vistas casco antiguo que desde él se divisan. Vale la pena conocer detenidamente los interiores de estas tres torres típicas pero, sobre todo, sería un crimen no entrar en el interior de la Catedral, donde puede contemplarse una de las joyas más deslumbrantes de la pintura Flamenca: el Políptico de Gante.

Realizado por Jan van Eyck este retablo, conocido también como “La adoración del Cordero Místico” (1432), constituye un excelente resumen de lo que fue el arte de los Países Bajos durante el primer Renacimiento. Enmarcado en arquitecturas goticistas, el políptico nos descubre el interés flamenco por el retrato, la detalladísima perspectiva “a vista de pájaro” y la plasmación de las texturas a través de la luz y el color. Un espléndido regalo para los sentidos, donde se relata un pasaje del Apocalipsis de San Juan.

Adoración del Cordero Místico. Jan van Eyck, 1432

Para los turistas que se cansen rápido de pasear entre callejuelas medievales y navegar a través de bucólicos canales, Gante ofrece una amplia oferta museística gracias a sus dieciocho centros de arte, entre los que destacan el SMAK -dedicado al arte actual- y el museo etnológico. Otra buena opción son los paseos temáticos por la ciudad; el que más llamativo y divertido nos parece es el que tiene a la cerveza como protagonista. Durante este recorrido se descubren las propiedades de este delicioso fruto de la cebada, sus mejores mezclas culinarias y sus huellas a través del tiempo; una buena ocasión para descubrir -y degustar- una buena Gruut, una de las cervezas que se fabrica en la ciudad, famosa por tomar su nombre de la mezcla de hierbas que aromatizaba esta bebida en la Edad Media.

Como habéis podido comprobar los atractivos de esta ciudad -que ha tenido a bien acogerse también al manido sobrenombre de “la Venecia del norte”- son muchos y de lo más variados. Por su reducido tamaño resulta perfecta para una escapada de fin de semana y, en caso de disponer de más días, la combinación perfecta resulta obvia: sólo hay que acercarse a Bruselas y a Brujas y dejarse llevar por el espíritu medieval que esconden entre sus muros y tal vez, también, por un buen plato de mejillones al vapor…

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