Un palacio de cristal

La Real Fábrica de Cristales de La Granja es una de las más altas expresiones del arte en el vidrio que se viene practicando desde hace siglos. Resulta difícil creer que de unos materiales tan primarios y toscos como la arena, al agua y el fuego y unas herramientas rudimentarias, se pueden obtener las piezas más refinadas como las de “Cristal de La Granja”.

El proceso artesanal hace que cada pieza que se fabrica en esta Real Fábrica de Cristales sea única, realizada a mano por un maestro artesano, con un molde histórico y empleando las mismas técnicas del pasado, en el origen de la fábrica. Prueba de este trabajo manual único es que en ocasiones se pueden apreciar algunas irregularidades, lo que no debe considerarse como un defecto, sino por el contrario, constatación del trabajo exclusivo realizado.
En lo que a la decoración con el tallado se refiere –motivado en el arte lapidario-, se realiza en frío empleando una rueda o muela vertical, elaborando motivos que se inspiran en los repertorios originales que se conservan en el Museo. El toque final de la decoración se da con la aplicación en frío, con pincel, de oro en suspensión. Del mismo modo que si se tratase de cualquier esmalte, se le aplica una cocción a baja temperatura y se puede acabar con un bruñido (pulimentado) o rayándolo con un fino buril, como el grabado a punta de diamante, y así crear con estas estrías unas zonas con efectos de luz y sombra.

La posesión de alguna de las piezas salidas de la Real Fábrica de Vidrio de La Granja llegó a marcar el estatus tanto en la sociedad española como la de los territorios de ultramar, especialmente en México, donde continuó el gusto por las formas de mejor cristal del mundo, su brillo y sus transparencias. Su cristal llegó incluso a superar el de bohemia y se realizaron los mayores espejos conocidos con la misma técnica empleada para los de Versalles. Contó con una amplia variedad de formas: cristalerías, saleros y demás servicios de mesa, candelabros… hasta frascos de tocador, fuentes o cajas de tabaco y por supuesto sus famosas arañas.

Italianos, alemanes, ingleses, franceses e incluso noruegos, colaboraron exclusivamente en la producción de la Real Fábrica de vidrio de La Granja, traídos desde sus países para mantener al día las mejores técnicas sin que los artesanos se vieran en la necesidad de salir al extranjero (de hecho lo tenían prohibido) y así no difundir sus técnicas. Al igual que el edificio (en realidad edificios) que ha albergado la fábrica, la producción ha pasado por diferentes etapas, de las primeras piezas como los espejos grabados al estilo Rococó hasta la producción del prestigioso vidrio veneciano. En 1815 se inicia la última etapa de la Real Fábrica, ya que debido a la precaria situación política y económica de España las ventas bajaron y en 1833 la fábrica pasó a manos privadas.

El edificio que alberga en la actualidad la Real Fábrica de Cristales de La Granja se construyó entre 1770 y 1772, siendo uno de los mejores ejemplos de la arquitectura industrial europea del siglo XVIII. Se alza sobre una planta basilical con una gran nave central de hornos y doble crucero, con dos bóvedas apoyadas sobre pechinas y construidas en ladrillo refractario para protegerlas del fuego, ya que cobijaban los grandes hornos de fusión del vidrio. Todo este recinto arquitectónico fue ampliado a finales del siglo XVIII por Juan de Villanueva.

Real_fabricadeCristales_LaGranja

Previamente, en 1727, reinando Felipe V, Ventura Sit y Carlos Sac, antiguos trabajadores de la fábrica de vidrio de Nuevo Baztán (Madrid), solicitaron al rey la licencia para la construcción de una pequeña fábrica de vidrios soplados planos en La Granja, ya que la zona contaba con unos frondosos bosques (los pinares de Valsaín y los robledales adyacentes) de los que obtener el combustible necesario con un coste más reducido. La nueva fábrica funcionó hasta 1736, año en el que un incendio destruyó por completo el horno. Pero la actividad se reanudó gracias a la Reina Isabel de Farnesio, interesada por esta actividad, mandó construir una fábrica intramuros. Los trabajos que se realizaban alcanzaron prestigio internacional, interesando incluso a los artesanos franceses que se trasladaron hasta La Granja introduciendo en 1750 los labrados y los trabajos de entrefinos. Apenas 10 años después, en 1760, el exceso de producción y la competencia extranjera provocan una crisis y el Rey Carlos III ordena construir la actual Real Fábrica de Cristales con viviendas para los operarios. Comienza la época de mayor esplendor que se extendería hasta el reinado de Carlos IV, aunque siempre necesitó de las asignaciones reales, ya que los precios de venta fueron fijados, por motivos políticos, por debajo del coste de fabricación.

Ya en la actualidad, en 1982 se recupera el edificio y se constituye la Fundación Centro Nacional del Vidrio para albergar un Museo, una Escuela de Vidrio y un Centro de Investigación, teniendo como objeto la promoción, desarrollo, enseñanza y difusión de la artesanía e historia del vidrio, su fabricación artística y demás actividades culturales relacionadas con la técnica y el arte del vidrio. El museo cuenta con las varias exposiciones permanentes como la exposición tecnológica, con la maquinaria empleada en la industria vidriera, utillajes, moldes y distintos materiales para vidrio soplado y prensado; Vidrio científico, con una selección de cerca de 80 piezas, frascos, embudos, probetas y morteros, fabricados para el Real Laboratorio de Química de Luis Proust en Segovia y la expedición del Comandante Malaspina de 1789; Vidrio de La Granja siglos XVIII y XIX; Colección de botellas europeas siglos XVI al XIX y Vidrio artístico contemporáneo.
El museo también acoge periódicamente distintas exposiciones temporales relacionadas con el vidrio. Un ejemplo es la que se acaba de inaugurar en el Museo Tecnológico del escultor Pablo Pizarro, que bajo el título “PRIMITIVISMO EMOCIONAL” presenta, hasta el 30 de junio, una retrospectiva de su obra con 50 obras de sus principales etapas, tratando de mostrar, a través del vidrio y el hierro, la parte de la realidad que los demás no quieren enseñar y mantienen oculto.

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