Todos al monte

Quien esto escribe tiene un memorable recuerdo de su iniciación en el senderismo: las largas travesías campestres con su abuela. En aquellas caminatas a través de cerros y prados aprendí a distinguir hierbas medicinales y setas comestibles de sus antagonistas venenosas, a conocer la naturaleza y a recibir por transmisión oral un tesoro de viejas historias familiares y leyendas populares. Y sobre todo, me convertí en un aficionado a andar, a pasear, a subir montañas y hacer largas travesías.

Supongo que para mi abuela también aquel tiempo pasado juntos fue gratificante y una forma de estrechar nuestra relación. Y es que salir a hacer excursiones con nietos, con sobrinos, con niños en general puede ser muy divertido y agradecido para los mayores de la casa, aunque también supone algunos desvelos
suplementarios.

Como cualquier otra actividad, la de andar requiere de una iniciación satisfactoria para que la afición cuaje. Las excursiones mal planificadas, largas o sin un interés un poco evidente pueden dar al traste con nuestras ilusiones. Por ello conviene empezar con salidas no demasiado duras y de paisaje vistoso. Que exista un objetivo definido y amenidades
por el camino ayudará también a nuestro objetivo: unas pozas para el baño, algún accidente espectacular, una cima con vistas, unas ruinas de castillo, antiguas fuentes… Si además nos preparamos algunos trucos para hacer olvidar los momentos de desfallecimiento, la mitad de la causa estará ganada.  Explicar algo de la flora o la fauna autóctona, de la historia del lugar, de la vida local y de su folklore, llevar un instrumento musical o montar algún juego puede ayudar a fijar esos momentos en la memoria de los chavales.

La equipación es el otro flanco que hay que guardar. Las botas cómodas y no recién estrenadas, comida y bebida suficiente y un impermeable es lo esencial. Pero algún otro elemento puede servir para motivar la salida. Por ejemplo, una máquina fotográfica o un cuaderno de dibujo. Ofrecer responsabilidades a la medida de los niños es una de las mejores estrategias para que se sientan considerados. Eso sí, para ser coherentes con esa idea, ha de quedar claro que cada cual debe acarrear su mochila.
Una marcha que por su duración contemple la noche fuera es otra perspectiva estimulante; ahora bien, en ese caso hay que ser especialmente escrupulosos: saber con antelación dónde hacer vivaque o en qué refugio hospedarse, reservar alojamiento si es oportuno y no olvidarse de sacos, sabanas o esterillas.

Por último, un consejo. Algo que siempre funciona, y que sin embargo puede pasarnos desapercibido. Las excursiones son un modo de pasar tiempo con los pequeños y conocernos mejor, pero los niños siempre disfrutan más con otros niños. Así que, si nos atrevemos, mejor ir con unos cuantos zagales que sólo con uno.

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