Tinta y aventura

En una época de serialización comercial y de dieta de best sellers, con una economía que no da señales de recuperación y un índice de lectura en descenso, abrir un negocio especializado en libros elegidos según criterios de gusto personal suena a desvarío. Su proliferación, sin embargo, resulta inspiradora: la audacia, el carácter y el ingenio tienen recompensa. Y abrir nuevas puertas en la gris realidad circundante la merece como pocas cosas.

El caso es que el fenómeno debe ponerse en contexto, pues no todo han sido éxitos y algunos precursores han caido en el camino. Además, la idea que se expresa con eso de “librerías de autor” es en realidad polimorfa. Pero esencialmente significa que la selección de la tienda lleva el sello del propietario, que impone en los anaqueles sus gustos por encima de las urgencias y presiones comerciales. Asimismo, también están aquellas que tienen un acento temático o que combinan el papel con el café e incluso con amenidades más atrevidas, como el karaoke de J and J Books and coffee en Madrid.

De hecho, la capital española ha conocido la principal eclosión de este género con lugares ya consolidados como Tipos Infames, que lo mismo permite comprar una novela de Stendhal que una botella de borgoña de su bodega, Tres rosas amarillas, especializada en cuento y relato o La fugitiva, un lugar idóneo para merendar mientras se hojean las compras recientes o venideras. Algunas incluso se permiten deliciosas veleidades, como Bajo el Volcán que, entre sus estanterías en las que los libros se han colocado sin cicatear en espacio para gran comodidad del cliente, tiene cajas de discos de vinilo selectos.

En Barcelona, locales como Laie fueron pioneros en la fórmula de librería-café y  ambiente acogedor. Otras, a escala mucho más íntima y modesta han seguido su estela, como es el caso de La xocolatada, que como su nombre indica permite tomar un chocolate mientras se chafardean sus novedades. Sin embargo, los libreros catalanes más osados han optado por enfocarse en una disciplina y darlo todo con ella. Es el caso de Kowasa para la fotografía, Negra y Criminal para el género negro o las magníficas Altaïr para viaje y aventura y Baïbars de cultura árabe.

Fuera de las grandes urbes, quizás por pura lógica de mercado, no menudean tanto los ejemplos, pero en casi todas las capitales del país existen todavía librerías con personalidad, que resisten frente a la gran superficie y son capaces de dar una atención que va más allá del puro intercambio comercial. Encuentros con escritores, cuentacuentos o mesas para descansar, curiosear y tomar algo son señuelos para reforzar el atractivo de un negocio que planta cara a la crisis mediante la innovación y la imaginación.

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