Tecnología y comunicación

No sólo pueden, si no que ya lo están haciendo. No en todas las familias, claro está; pero desde que hace unos 15 años comenzara a popularizarse el uso de los teléfonos móviles, la brecha comenzó a abrirse. Aunque, sin duda, en la actualidad, gracias al uso de internet y de los programas de mensajería instantánea, la realidad es todavía más preocupante.

Existen varios problemas. Por un lado, nos encontramos ante nuevas generaciones con unos conocimientos  y un nivel de manejo de las nuevas tecnologías que la mayoría de los mayores no disponemos. Los adultos se muestran incapaces de comprender las inquietudes de los jóvenes en estos aspectos y éstos, a su vez, les desprecian por ello.

Por otro, hay padres -tal vez pocos, pero existen- que, incapaces de conectar con sus hijos, agradecen enormemente el apego tecnológico de los chavales; esto les permite dedicar a ellos mismos un tiempo que, tradicionalmente, se invertía en entretenerlos a ellos, en “estar en familia”.

Existe también un buen número de progenitores que, al tanto del uso de las nuevas tecnologías, se conectan a las redes sociales y comienzan a través de ellas una relación con sus hijos que, pasa de ser cara a cara, para ser virtual. Muchos lo usan como medida de control para descubrir cuáles son sus amigos, o incluso cuáles son sus gustos. Sin embargo, según las encuestas, esto perturba enormemente a los adolescentes que se sienten objeto de constante vigilancia. Los padres “tecnológicamente aptos” pueden, a su vez, estar enganchados a su Smartphone-consultando continuamente el correo electrónico, chateando o navegando por internet- provocando que los hijos se sientan atendidos “sólo a medias” y que la calidad del tiempo en familia disminuya notablemente.

Controlar el uso de las nuevas tecnologías en el hogar es complicado. Por un lado, los hijos tienen que saber que sus padres confían en ellos y, al alcanzar determinada edad -en virtud de la madurez de cada niño-, es bueno que adquieran “independencia tecnológica”. Eso sí, debe ser controlada. Una forma de hacerlo es estableciendo unas pautas con antelación, válidas para todos los miembros de casa. Eso facilitará que, cuando comiencen a usar determinados dispositivos, ya sepan cómo actuar en casa, respetando el tiempo en familia y no permaneciendo aislados, siempre pendientes del chat o de la actualización de las redes sociales.

Un buen ejemplo de ello lo dio hace unos meses una madre norteamericana que regaló a su hijo de 13 años un Iphone por Navidad, acompañado de un contrato con unas cláusulas que bien pueden servirnos de inspiración a la hora de ir estableciendo estos límites tan necesarios para conservar la armonía familiar.

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