Sabores, texturas y colores: el queso en la cocina

La cultura gastronómica de Holanda, Francia, Suiza, Italia, Grecia, España, y otros muchos países, tienen entre sus alimentos estrella al queso. A partir de la leche cuajada de vaca, cabra, oveja, búfalo, camella, y otros mamíferos, nacen los centenares de variedades de este alimento sólido, presente en nuestra cocina desde lo platos más elaborados, a los postres y como aperitivo.

Es uno de los alimentos más completos y nutritivos que hay, permitiéndonos jugar con él entre fogones y que su elección no sea un error. Según su textura, sabor, aroma, origen y estilo, podemos clasificarlos en grandes grupos que, a su vez, engloban a otras variedades de queso. Así, dependiendo de lo avanzado de su maduración existen quesos más frescos, como los españoles Burgos o Villalón –ideales en postres y ensaladas- o más curados, como el Manchego, idiazábal (españoles), el parmesano, sardo o reggianito (italianos).

Con mayor densidad y más maduros que los frescos, de color amarillento, encontramos la familia de los quesos de mediana humedad, entre los que se encuentra el italiano ricotta, el griego feta y la mozzarella. Éstos suelen ser ingredientes de cremas, rellenos, postres, ensaladas y pizzas.

Quesos como el de tetilla o de Ulloa, el danés havarti, el holandés gouda, el inglés cheddar, o los galos brie y emmenthal, pertenecen a la familia de los grasos. Mientras que los quesos azules, característicos por su intenso sabor y aroma, como el roquefort o el Cabrales son idóneos en la preparación de salsas y cremas acompañando a la pasta y carne.

Sólo hay que echar un vistazo a la sección de quesos de cualquier supermercado para ver cuánta variedad existe, además de la mencionada, como los quesos rallados, en lonchas, lights, con nueces, jamón, o comino; y ser ‘atrevido’ en la cocina para averiguar la infinidad de combinaciones que admite.

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