Ritmos de viaje

En sus ya muchas entregas, por esta sección se han asomado no pocos pretextos para viajar. Peregrinaciones culturales, artísticas, gastronómicas, literarias y hasta lingüísticas nos han tentado con sus delicados racimos. Pero quizás hasta hoy no hayamos prestado suficiente atención al compás de nuestros vagabundeos, a la banda sonora que a poco que pongamos la oreja podremos rastrear en cualquier parte del mundo.

Ciertamente hay muchos lugares fuertemente asociados a sus músicas patrimoniales. Es difícil disociar a Sevilla o Cádiz del Flamenco, a Lisboa del fado, a Nápoles de la tarantella o a Buenos Aires del Tango. Pero existen muchísimas otras quizás menos divulgadas que pueden sorprendernes tanto o más que aquellas, de las baladas irlandesas que uno puede oir en cualquier pub del país a la rembetika de los cafetines de Salónica y Atenas.

Existen  algunas músicas ancestrales que nos remiten a ritos antiquísimos, a formas de entender el mundo, divertirse, comunicarse ya en retroceso y otras que demuestran su vitalidad y pulso con continuas reformulaciones. Las hay que invaden día y noche toda una realidad –quien haya estado alguna vez en Cuba, en Jamaica oen Nueva Orleans lo puede constatar-y otras que hay que ir a buscar a la cueva en la que se  han replegado. Pero cualquier viajero curioso y con un poco de olfato puede acabar teniendo encuentros inolvidables. Y si no es así, siempre queda la posibilidad de acudir a las oficinas de turismo y preguntar por festivales y actuaciones de música tradicional.

La lista de maravillas sonoras que podríamos hacer es casi interminable, y existen algunas discográficas especialmente dedicadas a recoger en su catálogo grabaciones de lo que se ha llamado folk o también “músicas del mundo”. Tal es el caso de sellos com Rough Guide (http://www.worldmusic.net/wmn/news/) o Putamayo, entre tantas otras regionales o multinacionales.

Sin embargo, no podemos resistirnos a espolear al lector a que investigue algunas recónditas tradiciones sónicas que, entre otras cosas, forman parte del patrimonio inmaterial de la humanidad que compila la UNESCO.

Ese es el caso de los cánticos de trabajo de los Hudhud de Ifagao, en Filipinas, épicas recitaciones que pueden prolongarse durante días en épocas de cosecha, de la música de las trompas travesera de afounkaha, en Costa de Marfil, de los cantos isopolifónicos albaneses o el Nha Nhac vietnamita. Y desde luego, la cosa no se agota ahí: investiga y curiosea, empieza incluso por tu ámbito más cercano. Seguro que descubres en casi cualquier rincón un ritmo de raíz que te robe el corazón.

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