Ritmo de silencio

Quietud, actitud contemplativa, alejamiento, silencio. Quizá para muchos no sean los puntos ideales de un programa de placer y esparcimiento. Pero para algunos esa promesa puede ser lo más parecido a su idea de bienestar. Unviaje al interior de uno mismo, al corazón de un disfrute detenido del tiempo y de los sonidos de la naturaleza; un espacio para el orden, una secuencia de días y rituales reglamentados que ayudan a organizar el pensamiento y a canalizar las emociones.

Si la vida moderna nos ha liberado de algunas servidumbres e imperativos sociales y morales, también nos ha arrojado al torbellino de estímulos, mensajes y urgencias que nos mantienen siempre movilizados y con el que resulta indispensable romper de vez en cuando. De ahí que la idea de una estancia monástica cada vez gane más poder de seducción. Asociada a valores de armonía y paz física y espiritual, la posibilidad de hospedarse o incluso integrarse durante un breve periodo de tiempo en un cenobio puede resultar muy seductora para personas que vivan en ambientes tumultuosos o tengan responsabilidades estresantes. Además, el valor artístico, paisajístico y antropológico de muchos monasterios y sus emplazamientos hace que pasar unos días o una temporada en ellos no sólo tenga que ser una búsqueda íntima, sino también una exaltación de los sentidos o una experiencia cultural.

Por su parte, lentamente desposeídos de algunos de sus antiguos privilegios, los monjes han tenido que abrir nuevos canales para garantizar la supervivencia de sus comunidades. Y la particularidad de su forma de vida y de sus moradas ha acabado siendo un valor para ofrecer en el sector de los servicios. A modo de alojamiento, pero también como lugar de retiro terapéutico, con oferta de seminarios de meditación, danza, canto y hasta cursos especiales para directivos de empresas.

El sur de Alemania, Austria o Suiza tienen algunas de las abadías pioneras en dar ese valor añadido a los ya tradicionales servicios de hospedería, caso del Convento de Arenberg en Koblenz o del Claustro de Gut St.Aich en Sankt Gilgen, Austria.
Si en cambio el huésped sólo busca estar a su aire, disfrutar de un poco de recogimiento, tener una base de operaciones para excursiones o incluso participar en las tareas y rutinas diarias, también podrá encontrar su monasterio ideal. Cada regla y cada comunidad aplican requisitos distintos. Las hay que separan completamente a monjes de visitantes y otras que demandan adaptarse a sus horarios y normas, algunas están abiertas a todos los públicos y otras sólo admiten a personas con una carta de recomendación, mixtas y no, con precios fijados o que aceptan la voluntad.

En la península ibérica, con una tradición eclesial tan potente, se puede optar entre un número realmente variado de lugares y órdenes, como se puede ver en Guiamonasterios.com. Algunos con tanta importancia simbólica como Santo Domingo de Silos en Burgos, Samos en Lugo o Santa María de Poblet en Tarragona.  La editorial El País-Aguilar publicó hace algún tiempo Monasterios con Encanto, una completa guía acerca del tema. En la red, además, está a nuestra disposición guiasmonasterios.com, que permite acceder a información detallada y rebajas especiales.

En Italia, casi una cuna del turismo religioso, este tipo de producto ya lleva tiempo funcionando muy bien y se puede conocer en detalle a través de un buscador centralizado que no sólo contiene Abadías, sino también hospederías, santuarios, refugios y seminarios que incorporan la posibilidad de pernoctar: Hospites.

Comentarios

Deja un comentario