Realidad y Sueño

La realidad superaba a mi imaginación. No acababa de creerme que por un viaje tan descansado, tan tranquilo, degustando un simple café, hubiera llegado allí…

A nuestra vista un inmenso barco llenaba todo el muelle. Era la primera vez que tenía delante de mí esa soberbia estructura que albergaba dentro una ciudad maravillosa, dispuesta a concedernos todos los placeres que estuviéramos dispuestos a disfrutar.

Con la inseguridad que te dá encontrarte con lo desconocido, nos introdujimos dentro, observando poco a poco la magnificencia que nos ofrecía ese buque que nos llevaría en un gran paseo por aguas transparentes unas veces, densas otras.

El nombre del buque Voyager of the seas. Atractivo sin duda.
Una vez acomodados en nuestro camarote, iniciamos nuestra ruta por la ciudad que sería nuestra residencia durante 10 días.

Adivinamos una ciudad con la universalidad siempre deseada. Dentro, pululando por sus 18 cubiertas, vimos compañeros de viaje de hasta 50 nacionalidades diferentes, que allí éramos de la misma: personas ilusionadas por vivir esta aventura.

El viaje discurrió sin ningún contratiempo transportándonos cada día a la aventura diaria que disponían los animadores de aquella ciudad, hasta tal punto, que pensabas que era lo normal. Que debería ser siempre así.

Aceptamos sin dudar aquellas normas y costumbres de esa ciudad flotante que cada día parecía ser más nuestra.

El fin de todos fue ser felices. Y así, llegamos de nuevo a nuestro quehacer diario, con el pleno convencimiento de haber estado 10 días en otro nivel. Divisando la nada, cuando surcábamos las aguas amables que nos dejaban acariciarlas, y sintiendo que éramos diferentes, cuando atracábamos en el puerto indicado en nuestro itinerario.

Comentarios

Deja un comentario