Pequeños consumistas imparables

El Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU) ha revelado en uno de sus últimos estudios -sobre el consumo del público infantil- que el 60% de los gastos que se llevan a cabo en nuestras familias está destinado a los niños. A la luz de estos sorprendentes datos, parece deducirse que los más pequeños de la casa se están convirtiendo en una especie de “superconsumidores” imparables. En cierto modo, esto se debe a la sociedad en que vivimos que, sin duda, alienta y propicia este tipo de actitudes como parte del sistema económico. Pero los datos que ha dado a conocer al AIJU son verdaderamente grotescos, además de preocupantes, ya que nos indican que un niño de tan sólo 2 años es perfectamente capaz de distinguir y discriminar marcas, dejándose llevar por las modas a tan corta edad.

La publicidad juega también un importante papel en todo esto, ya que es la principal fuente de conocimiento de “objetos deseados” para los niños; pero los padres -y en menor medida, por qué no, los abuelos-  son los principales responsables de que los pequeños no se dejen llevan por mensajes confusos y de que, desde su más tierna infancia, aprendan a diferenciar entre capricho, regalo y necesidad. Y es que, en muchas ocasiones, son los propios progenitores quienes se empeñan en darles a sus hijos todo lo que piden, recordando las carencias por las que pasaron en su infancia y pensando, erróneamente, que esto les hará más felices.

Ante todo, lo principal es ejemplo. Como señala María José Díaz-Aguado, Catedrática de Psicología de la Educación y experta en desarrollo moral de la Universidad Complutense de Madrid, en un artículo del periódico Cinco Días, los infantes que ven a menudo a sus padres realizar compras compulsivas acaban imitándoles y asumiendo que el consumo es una forma fácil y divertida de obtener una sensación placentera de forma inmediata. Están tan acostumbrados a satisfacer todos sus deseos al momento que, con el tiempo -como afirma en el mismo artículo Carmen Maganto Mateo- ni siquiera saben realmente qué es lo que quieren, cayendo en otro tipo distinto de frustración.

Los expertos coinciden en que la mejor fórmula para evitar estos comportamientos compulsivos y derrochadores es educar tempranamente a los niños en la idea de que no por comprarles más cosas se les quiere más; incidiendo en el valor de los objetos y en el trabajo que cuesta ganar el dinero con que se compran. Para María Victoria del Barrio, del Departamento de Psicología Evolutiva de la UNED, la cosa está clara: “Las demandas de los críos se deben sopesar en cada momento y atenderlas sólo si son razonables”.

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