Pasión sintética

Ayer Google volvió a sorprender con un nuevo doodle interactivo. El objetivo era homenajear al inventor del sintetizador y por ende de la música electrónica, Robert Moog. Y que nadie se imagine ahora a un frenético jovencito apasionado por los ruidos robóticos. Bueno, lo segundo sí, pero nacido en 1934, el señor Moog era un doctor en ingeniería física que en las fotos muy modoso aparece con traje y corbata. Aunque cierto que rodeado de extraños artefactos llenos de teclas y conmutadores, ruedecillas y botones que eran los instrumentos a los que consagró su vida e investigaciones.

El doodle de google cede el espacio de su logo al más célebre e influyente de todos ellos: el sintetizador con su nombre que creo con el concurso del compositor Herbert Deutsch en 1964 y llamado a revolucionar la música popular de la segunda mitad del siglo XX. La gracia es que se puede tocar, probar sus efectos sonoros y hasta grabar las piezas resultantes. A veces, con singular gracia (y la ayuda de alguna herramienta suplementaria).

Para los coleccionistas, sin embargo, nada mejor que tener una pieza original a mano para trastear con sus teclas y pulsar sus interruptores. ¿Coleccionistas dijimos? ¡Y vaya unos!  Puede que sea por pasión musical –dicen que cada aparato tiene un sonido distintivo y que los matices son variadísimos- o por simple pasión estética –el retrofuturismo que desprenden tantas de estas piezas- , pero la búsqueda de máquinas industriales soviéticasteclados japoneses de los que salieron muy pocas unidades o clásicos como los propios y hoy muy difíciles de encontrar primeros modelos de Moog tiene un núcleo de apasionados tan fervorosos como lo puedan ser los que coleccionan motocicletas antiguas o fósiles prehistóricos.

Incluso hay una rama –¿habría que decir facción?- especializada en electrónica infantiles: órganos de juguete, xilófonos en miniatura, estilófonos de plástico…. Tampoco nada tan descabellado si pensamos en que músicos vanguardistas como el catalán Pascal Comelade han llegado a hacer discos y conciertos con ellos.

Lo cierto es que, como con cualquier colección, se pueden establecer distintos criterios: temporales, por categoría,  por país de origen…pero el coleccionismo de sintetizadores vintage no sólo puede ser caro –siempre según el objeto de deseo-: un sistema 55 de Moog completo y en buen estado puede llegar a costar 20.000 euros, sino que también requiere de cierto conocimientos de electrónica. No es raro que muchas de estas piezas con 20, 30 o 40 años a sus espaldas necesiten pequeñas o grandes reparaciones, y dado que algunos repuestos originales son inencontrables, que haya que aplicar la creatividad para restaurar su sonido.

Pero eso forma parte también de esta pasión que algunos encontrarán excéntrica, aunque baste asomarse un poco a ella o conocer alguna de lasorganizaciones dedicadas a la conservación para verla con más cariño y respeto. A fin de cuentas se trata de personas que contribuyen a preservar lo que ya es nuestro patrimonio sonoro y musicológico.

Comentarios

Deja un comentario