París, ciudad de diseño

Nacida como homenaje arquitectónico, la pirámide del Louvre se ha convertido en una obra de arte y atracción en sí misma. Esta semana ha cumplido dos décadas desde que el promotor del proyecto, el presidente socialista François Mitterrand, la inaugurase el 30 de marzo de 1989. Situada en el centro histórico de París, esta doble Pirámide –con el vértice hacia el suelo en el exterior e inversa en el interior- es uno de los enseñas de la ciudad de las luces como el Museo en el que se encuentra en emplazada, el Louvre.

Cada año, millones de personas visitan la capital francesa, ciudad romántica por excelencia, para visitar, entre otros monumentos, el Museo del Louvre haciendo una especial parada en su acristalada pirámide, que rompe, sin estridencias, con el conjunto histórico que la rodea, levantada en pleno corazón del antiguo palacio real fundado por Carlos V el Sabio (1338-1380) sobre el fortín construido en 1190, junto al Sena, por el rey Philippe Auguste.

En estas dos décadas, la pirámide, diseñada por el arquitecto chino-estadounidense Ieo Ming Pei, y el Museo han sido fuente de inspiración de cineastas y escritores, en obras como L’Assommoir, novela de Émile Zola (1877)m, El código Da Vinci, novela de Dan Brown y título de la película basada en la misma obra; Belphégor, el fantasma del Louvre, film de Jean-Paul Salomé o Soñadores de Bernardo Bertolucci, y de admiración para los visitantes por su innovador, y ya parte del paisaje, diseño.

Si nos situamos frente al Museo y la pirámide, sólo hay que girar 180º para contemplar, no muy lejana, quizá el icono parisino con mayúsculas: la Torre Eiffel. Curiosamente, también esta semana se conmemoran los 120 años del punto más alto de París y la construcción más popular de Francia. Su regalo: una nueva capa de pintura color bronce.

El 31 de marzo de 1989 se inauguraba, en el marco de la Exposición Universal de París, la llamada Torre de 300 metros, aunque alcanza los 324, una estructura en hierro forjado ideada por el ingeniero francés Gustave Eiffel que fue el encargado de coronarla con la bandera francesa tras subir los 1.710 escalones que hay desde la base hasta el tercer piso. A pesar del carácter provisional que tenía, en principio, la obra, es uno de los monumentos más fotografiados y visitados del planeta.

La carrera que existe actualmente por construir el edificio más alto del mundo no ha afectado al skyline parisino que, más de un siglo después, sigue estando coronado por el gigante de hierro.

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